El ministro español de Interior, Alfredo Pérez, miente. Lo hace habitualmente, pero ¿quién no ha mentido alguna vez? Lo preocupante es que lo haya hecho, asumiendo la versión oficial de la Guradia Civil, en el caso de la detención del vecino de Lesaka Igor Portu Juanena. Una persona a la que se le atribuyen hechos gravísimos, sin presunción de inocencia, mientras permanece ingresado en el Hospital Donostia tras sufrir serias lesiones en el curso de su detención.
Cualquier ciudadano que haya vivido, aunque sea unos pocos años, el franquismo, conoce perfectamente el manual de las fuerzas de seguridad en estos casos. A mí no me extraña nada lo ocurrido, ni la disparatada versión oficial. Incluso entiendo que una asociación de guardias protega a los suyos diciendo que el sargento que detuvo a Portu era muy corpulento y cayó encima de él en el momento de arresto, lo que provocó las lesiones en la costilla. Estamos acostumbrados a estos comportamientos heredados del franquismo. En aquellos tiempos los manifestantes volaban y caia muertos o heridos por disparos al aire y los detenidos se arrojaban por las ventanas de las comisarías emulando a Superman.
Sin embargo, el valiente testimonio de un paisano de Arrasate, testigo involuntario de la detención de Portu y Mattin Sarasola, derriba de un plumazo la tesis de Alfredo Pérez. Ya no se necesita buscar contradicciones en lo dicho por el ministro. Simplemente es una fábula pergeñada en alguna siniestra oficina de Madrid (o Intxaurrondo). Si la detención fue "limpia", los malos tratos tuvieron que producirse después de la "visita" a Lesaka de los dos arrestados. O sea, en dependencias policiales.
Lo que no acaba de encajar y probablemente se deba a la prepotencia, es que el ministro Pérez se agarre a una versión así, sabiendo la GC que había un testigo, al que incluso se identificó en el curso de los hechos sucedidos en Arrasate en la mañana del día 6. Lo único que se puede pensar es que los autores del despropósito no se imaginaban que el testigo tuviera el suficiente valor para ir al Juzgado a declarar lo que había visto.
Está todo dicho, salvo un par de cosas. La ciudadanía vasca debería rendir un sentido homenaje a ese vecino de Arrasate, por su dignidad. También a quienes consiguieron hacer llegar a la población el parte médico de Igor Portu. Luchar por la democracia se llama a eso.
Lamentablemente hay personas que no se merecen ese homenaje. Por ejemplo Juan José Ibarretxe, que prefiere cenar con el Rey español a enfrentarse a la tortura de frente. Y todavía hay gente que confia en él para una consulta independentista.
Y una última reflexión, navegando estos dias por los foros de varios medios de comunicación españoles he detectado el amplio apoyo que existe a la tortura en ese país. El odio a todo lo vasco se ha convertido en un cheque en blanco a las fuerzas policiales, y por extensión, creo pensar, a la guerra sucia. Muy preocupante todo ello.
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