La invasión militar de Ucrania por parte de Rusia es una operación criminal que desprecia cualquier atisbo de humanidad. Por la mente del presidente ruso circulan sus ansias de emperador de todas las Rusias. De alguna forma su decisión de abrir fuego contra Ucrania intenta rememorar la fundación de la gran Rusia zarista. No hay ni una sola razón que justifique la invasión, la peor de todas las opciones. El argumento, made in RT, de que se trata de una operación defensiva ante el peligro de que Ucrania entre en la NATO no se sostiene. No es una operación defensiva, sino un ataque premeditado contra una nación soberana. Otra cosa es que Putin, en su delirio, argumente que Ucrania no existe, sino que la inventó Lenin precisamente para debilitar a Rusia.
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La condena sin fisuras de la operación contra Ucrania no debe hacernos olvidar que hay más guerras en el mundo y que el rechazo a esta debe ir acompañado del rechazo de todas ellas, sin excepción. El lema de "No a la Guerra" hay que declinarlo en plural con un nítido "No a las guerras", que entronque con las tradiciones más sanas del internacionalismo proletario. La clase obrera no debe servir de carne de cañón para las disputas de las potencias imperiales de turno, en este caso de Estados Unidos/UE versus Federación Rusa. Comunistas y anarquistas defendieron, ante el estallido de la Primera Gran Guerra, el pacifismo revolucionario, la socialdemocracia les traicionó acudiendo al combate entre estados rivales, un combate en el que solo morían trabajadores de uno y otro bando. Los capitalistas nunca han pisado una trinchera, ni se han manchado de barro sus botines de piel.