El término realismo tiene mala prensa en la izquierda. Se asocia con mucha facilidad a cesión, a renuncia a los objetivos máximos, en fin, a una adaptación a la situación, dejando a un lado aventuras. Pero no siempre tiene que ser así. A veces, en determinadas situaciones, una cierta dosis de realismo puede ayudar a situar el problema en los justos términos y a poner las bases para lograr superarlo.
En el caso de Catalunya ha sido ERC quien ha solicitado a Carles Puigdemont y a su coalición una dosis de realismo, al igual que lo ha hecho el ex president Artur Mas. Y ciertamente estimo que algo de razón llevan cuando lo solicitan, porque el desfile de líderes independentistas ante el Tribunal Supremo está deparando innumerales sorpresas, como la renuncia general a la unilateralidad, concepto indiscutible hace pocos meses entre los protagonistas del procés.