No tengo ninguna intención de ejercer de vulcanólogo, pero me inspira el título de la novela maldita de Malcolm Lowry. La actividad de volcanes como el Tajogaite o el Etna invitan a una comparación entre la actividad de la naturaleza y la de una sociedad, en nuestro caso la vasca. Una erupción volcánica escupe magma incandescente, expulsa cenizas a la atmósfera y provoca continuos movimientos sísmicos. Es un fenómeno hipnótico, por un lado, pero por otro resulta muy dañino para la población cercana, a la que despoja de vivienda, tierra agrícola, trabajo, sistemas de comunicaciones y servicios varios, como escuelas o parroquias. No es ninguna broma.
Al igual que los volcanes, las revoluciones (o grandes transformaciones sociales) tienen sus lados buenos, en cuanto acarrean arrojar a la cuneta el sistema anterior, injusto y autoritario, pero también ocasiona sufrimiento, pérdidas humanas y cuantiosos daños económicos. Ninguna mejora social, a lo largo de la historia, ha salido gratis. Conviene no olvidarlo.