2008/01/31

Patrañas vestidas de informaciones

Estos días hemos asistido a un nuevo capítulo de la guerrilla informativa planeada desde los centros de poder de Madrid y París. Dos ciudadanos vascos han sido detenidos e interrogados, para ser puestos posteriormente en libertad. Se trata de Eneko Galarraga y Ainhoa Adin, según el 99% de los medios informativos dos peligrosos terroristas integrantes de las listas de más buscados de las policías española y francesa.

Se abren los informativos de radio y televisión con semejantes patrañas y a ningún responsable se le cae la cara de vergúenza. En muchos casos, los periodistas ejercen más de militantes de la causa española que de profesionales de la información. Y luego denigran a quienes desde posiciones independentistas, tan democráticas como las que más, intentamos poner un poco de razón y de lógica ante semejantes atropellos.

¿Quién contrasta mínimamente las informaciones provenientes dl Ministerio de Interior o la Audiencia Nacional? Casi nadie. Todo se da por sabido y no existe ninguna opción para la mínima duda. "Si lo dice la policía, así será. Estamos todos en la misma barricada y no conviene que haya fisura alguna entre nosotros", pensarán estos paladines de la intoxicación.

No es nada nuevo. Lo hemos soportado desde hace demasiados años, pero de vez en cuando conviene poner las cosas en su sitio y decir que algún derecho deberá asistir al débil, al perseguido, al acosado, en este caso a Eneko Galarraga y Ainhoa Adin. No se trata de defender causas perdidas, sino de poner las cosas claras y manifestar que mientras no se demuestre, con pruebas, lo contrario, todo ciudadano es inocente. Un principio básico de la democracia que ha sido tan abundantemente violado, que casi ha desaparecido por complero.

Sin embargo, ni Alfredo Pérez, ni la juez Levert, ni tan siquiera el juez Garzón, son quienes para enviar al basurero semejante principio jurídico y democrático. Por fortuna, parece que los jueces franceses han tenido a bien dejar a Galarraga y Adin en la calle, pero no sabemos que ocurrirá en una próxima ocasión. Las presiones son ingentes y los jueces, aún los más rigurosamente éticos, pueden sucumbir, como humanos que son.

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