En los últimos tiempos da la impresión de que la palabra imposible se está poniendo de moda. El lehendakari de la CAPV Iñigo Urkullu, encartado de pro como el firmante, manifestó al diario madrileño de mayor tirada que la independencia es "prácticamente imposible" en un mundo globalizado como el actual. Algo de razón debe llevar, pero también es lógico pensar que antes de descartarla, la opción secesionista habría que intentarla, cosa que el PNV no ha hecho, verdaderamente en serio, a lo largo de sus más de cien años largos de actuación.
Pero tras la operación franco-española del viernes, coalición a la que se refería un tío mío cercano al Jagi-Jagi cuando rememoraba los cantos patrióticos de tiempos de la guerra, lo que parece verdaderamente imposible es el desarme de la organización clandestina ETA. Tras varios intentos, algunos más lúcidos que otros, parece que se ha llegado a la conclusión de que la sociedad civil debe implicarse en la operación. Y de hecho gentes destacadas de esa llamada sociedad civil de Ipar Euskal Herria se han implicado hasta las cachas, resultando detenidos por las fuerzas policiales como si se trataran de miembros de ETA. Las gentes informadas, incluidas ambas policías, saben perfectamente que esas personas no simpatizan, ni lo han hecho antes, con ETA. Simplemente quieren contribuir a una paz digna, jugándose su propia situación personal en aras de un fin tan loable.