2013/01/24

En minoría

Iñigo Urkullu y sus ocho consejeros y consejeras
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha ganado las recientes elecciones legislativas de su país. Para ser más exactos, su coalición Likud-Beitenu ha obtenido 31 de los 120 escaños del parlamento. Es por tanto la minoría mayoritaria y según la tradición le corresponde formar gobierno, que deberá completar junto a otras fuerzas políticas. Pero no voy a escribir hoy sobre la situación política israelí, Dios me libre, sino sobre nuestro desvertebrado país.

Tanto Iñigo Urkullu en la CAPV, como Yolanda Barcina en la CFN, gobiernan en minoría, lo que a los israelíes les parecería extraordinario, ya que en su caso se necesita reunir una mayoría de 61 escaños para acceder al Gobierno. Lejos de la cultura política israelí y obligados por la realidad de los números, por aquí nos apañamos utilizando herramientas como las coaliciones de gobierno, los pactos presupuestarios o los apoyos parlamentarios sin compromisos de gobernabilidad. Así nos va.

En el caso de Nafarroa Garaia, hasta el número dos de UPN, Alberto Catalán, reconoce que la posibilidad de un adelanto electoral es amplia, dada la fragilidad del ejecutivo que encabeza Barcina. Pendiente del apoyo del PSN, como socio preferente que ya estuvo en el Gobierno y fue expulsado, el gabinete de UPN carece de fortaleza política para administrar con solvencia el territorio que le ocupa. Con el agravante de que los asuntos turbios relacionados con Caja Navarra pueden complicar el futuro a la propia Barcina. Tendremos noticias en primavera.

En lo que respecta a la CAPV, el mapa institucional complica aún más las posibilidades de acuerdo, con las diputaciones gobernadas, sin una mayoría clara, por tres formaciones distintas en cada territorio y un Gobierno Vasco asimismo en minoría. Mientras en Gipuzkoa, Bildu ha pactado con el PSOE, el PNV lo ha hecho con el PP en Bizkaia y Gasteiz. El puzzle de los pactos se deberá completar durante la próxima negociación de los Presupuestos gubernamentales.

El primer paso que debería dar el lehendakari Urkullu a la hora de abordar el asunto es reconocer su situación. Se encuentra en minoría, a 11 escaños de la mayoría absoluta, en parte gracias a que la ley otorga el mismo número de diputados a cada uno de los tres territorios, dejando a un lado el volumen de sus respectivos censos de votantes. 

Adalid de la responsabilidad y el sentido común, Urkullu debería dejar a un lado su actual ambigüedad y definir su escala de prioridades. Si, como indica el primer movimiento realizado por Andoni Ortuzar con su tocayo Basagoiti, prefiere pactar con el PP (y UPyD), o por el contrario quiere retomar la época de los acuerdos con el PSOE. A estas alturas de la película todo parece indicar que las posibilidades de intentar un acuerdo con EH Bildu son, más que remotas, insignificantes.

Pero no será porque el PNV no lo intenté, que lo intentará allá donde entienda que puede sacar algo en limpio, sino porque los actuales dirigentes jeltzales son partidarios de la llamada arquitectura variable, siempre y cuando ellos sean el eje de cualquiera de las variantes. Es decir, ellos pueden pactar con todo el arco político, cualidad que no reconocen a otros agentes políticos, como a Bildu, por poner un ejemplo, cuando acuerda los presupuestos en la Diputación de Gipuzkoa.

Es encomiable que el PNV intenté mantener la ficción de que es un partido mayoritario, cuando en la realidad hasta en su feudo vizcaino necesita de ayuda exterior para sacar adelante los presupuestos. Mérito tiene si lo consigue. Y demérito será el que contraigan el resto de los protagonistas, si continúan contribuyendo a la permanencia de esa ficción, otorgando al PNV los apoyos que requiera a cambio de demasiado poco. Como dirían en Sabin Etxea, tú dame los votos, que luego ya veremos. Pues eso.  
 
¿Quién gana manteniendo la incertidumbre? Se suele decir que en tiempos de crisis son necesarias certezas a las que agarrarse. Pues bien, el Gobierno Vasco debería dar lecciones en ese sentido. Como dice Gervasio Gabirondo, nuevo director de la Ertzaintza, en una entrevista, su intención es que los agentes bajen del coche patrulla, se acerquen a la gente y le pregunten por sus necesidades. Muy buen ejemplo. Que el lehendakari salga del palacio de Ajuria Enea, se acerque a los partidos y agentes sociales de este país y les pregunte por sus deseos y preocupaciones. Sería una buena manera de empezar a construir el futuro.  


2013/01/21

Pavoroso

Luis Bárcenas Gutiérrez (PP)
El portavoz del Gobierno Vasco, Josu Erkoreka, ha afinado en la adjetivización del asunto de moda: pavoroso. Por la magnitud de las cifras y por el descaro, el llamado caso Bárcenas es pavoroso, pero no único. Es cierto que representa un salto cualitativo en el saqueo que se ha producido al amparo de las instituciones del Estado español, pero ha venido precedido de otros muchos casos que sería largo y penoso enumerar aquí.

Basta con señalar una pequeña lista de nombres propios para valorar el escarnio: Urdangarin, Camps, Fabra, Jaume Matas, Roldán, Naseiro, Unió, Campeón, Gürtel, Filesa, Ibercorp, Bankia, CAN... No terminaríamos.

El que suscribe, muchos años atrás, ha sido concejal y no ha cobrado por ello un real. La modesta asignación mensual del grupo se trasfería a la coalición representada. He conocido a alcaldes y concejales que han trabajado por mejorar sus pueblos sin ningún afán de enriquecerse. Los sigue habiendo en diversos partidos y coaliciones. Pero la idea que se extiende entre la población es que los políticos se encaraman en las instituciones para forrarse a costa del erario público. Sin más matices. 

Se trata de una idea prepolítica, probablemente injusta, pero efectiva a la hora de horadar los cimientos de un sistema podrido desde hace demasiados años. Una idea que puede ser caldo de cultivo de nuevos autoritarismos, de nuevos falangismos, ni de derechas, ni de izquierdas. 

El franquismo no tuvo su proceso de Nuremberg, ni mucho menos. El enjuague de la Transición, liderado por Adolfo Suárez, hasta la misma víspera secretario general del Movimiento Nacional (partido fascista), permitió adecuarse a la "democracia" a militares, policías, funcionarios, jueces y demás servidores del anterior régimen. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Nunca se ha producido en el Estado español una verdadera revolución. Lo más parecido a ella sucedió en parte del bando republicano en los años treinta, pero la victoria de Franco asoló con todo. Las vesania de los de arriba y la pusilanimidad de los de abajo hizo el resto.

Ahora muchos ciudadanos se echan las manos a la cabeza y se mesan los cabellos ante el despilfarro y el robo organizado. Comisiones y mordidas a constructores y empresarios; dinero negro; evasión de dinero a Suiza y otros paraísos fiscales; caciquismo y amiguismo; obras descomunales sin sentido (aeropuertos, autopistas, ferrocarriles, palacios de congresos, polideportivos, etc). No sigo para no cansar.

Mientras al ciudadano de a pie se le congelan salarios, se le retraen pagas extras; se le desahucia de su vivienda, se le envía al desempleo sin piedad; una parte de la clase política, minoritaria pero destacada, entre los que se encuentran presidentes de comunidades autónomas o altos cargos de partidos de ámbito estatal o autonómico, se enriquecen, acumulan viviendas de lujo, automóviles deportivos, en fin, se dan la gran vida. 

Lo raro, lo verdaderamente llamativo del asunto, es que el pueblo, las clases populares, no se levante en masa y expulse a gorrazo limpio de instituciones y sedes partidarias a este nuevo clan de sobrecogedores, de ladrones de cuello blanco, a quienes les importa el bien común una higa. Esa falta de reacción popular ante el latrocinio institucionalizado es de lo más pavoroso, que diría Erkoreka, de lo más sobrecogedor. Pero aún se está a tiempo.

    

2013/01/10

Distant fingers

Suena de fondo en el tocadiscos "Distant fingers", la canción de Patti Smith Group incluida en su álbum Radio Ethiopia, del ya lejano 1976. Es una bella canción de amor, una de las más bellas podría decirse. Una canción que no han podido escuchar en estos años amigos y conocidos encarcelados en diferentes prisiones de España y Francia. Una canción que no tiene conexión con la política, ni con Euskal Herria ¿o tal vez sí?, pero que me parece una magnífica banda sonora para envolver una vieja reclamación popular: Presoak eta Iheslariak Etxera.

Les guste o no la música de Patti, lo que deseo para todos ellos es que puedan disfrutar cuanto antes de canciones como esta en su casa, rodeados de sus seres queridos, tranquilamente. Como a muchos no los conozco, o sé sus nombres sólo de oídas, citaré a algunos con los que he compartido buenos momentos o algún disgusto, que más da a estas alturas. Periodistas como Andoni o Fernando; alcaldes como Pablo; revoltosos como Patxo e Isidro; compañeros como Xabier y Teresa; viejos rockeros como Carlos o Josemari...

Ellos, y todos los demás, están entre rejas por motivos políticos, por querer una Euskal Herria libre y socialista. Muchos vascos no han compartido sus métodos y estrategias (o han estado radicalmente en contra), pero entienden que una vez terminada la actividad armada de ETA, es tiempo de ir cerrando heridas. Es intolerable que pasado tanto tiempo desde el 20 de octubre de 2011, los Gobiernos español y francés no hayan dado ningún paso en positivo. 

Para lograr que un preso enfermo terminal vuelva a su casa ha habido que pelear lo indecible. La resolución de Estrasburgo contra la aplicación de la llamada doctrina Parot, en vez de ser acatada, ha sido recurrida por Madrid. Ni se ha acercado a ningún preso a prisiones de Euskal Herria, ni se ha liberado a los enfermos, ni se ha tenido en cuenta la mucha edad de una parte del colectivo de prisioneros políticos vascos.

Desde diferentes ámbitos se siguen pidiendo gestos y movimientos a los presos, en relación con las víctimas, con la estrategia armada, con la petición de perdón. Es legítimo que se hagan esas peticiones, pero también lo es que se exiga al Gobierno una muestra palpable de que quiere emprender la vía de las soluciones, en vez de enquistarse en una politica de venganza que no conduce a ninguna parte.

Las miles y miles de personas que llenarán las calles de Bilbao de forma cívica no exigirán imposibles, sino pasos en la buena dirección. Pasos que permitan en un futuro que los citados más arriba y todos los demás puedan escuchar la canción que más les guste, en compañía de quienes ellos deseen, con los dedos entrelazados por encima de todas las distancias.   

2013/01/03

Pequeñeces

Pueden creerme si les digo que estas navidades no he recibido ninguna felicitación postal, ni siquiera de la caja de ahorros. No están los tiempos para malgastar el papel couché. Bueno, miento, he recibido una. Sterling McGray, mi colega radicado en Canadá, ha tenido la amabilidad de enviarme un par de folios cuasitransparentes dentro de un sobre contorneado en azul y rojo, cuya contemplación me retrotrae a otras épocas.

Pero vayamos al grano. Mi corresponsal, profesor del departamento de Geografía de la University of Western Ontario, a la vez de felicitarme las pascuas, me remite un pequeño anexo a su trabajo sobre "Viabilidad de la independencia de Escocia del Reino Unido". El anexo, verdaderamente breve para lo que acostumbra McGray, pretende incidir en un tema muy sensible entre los vascos Se trata de la organización institucional del país.

Todo tiene su aquel. El caso es que el nuevo lehendakari, Iñigo Urkullu Rentería, citó en su primera intervención la postura favorable de su grupo a hablar de la Ley de Territorios Históricos, un asunto del que no se ha querido hablar en Sabin Etxea desde los tiempos de Garaikoetxea y Arzalluz. Luego ha sido Patxi López quien ha abundado en el tema, mostrándose dispuesto a tratarlo. A la espera de la toma de postura por parte de EH Bildu y el PP, avanzo algunas de las conclusiones que me traslada el amigo McGray.

En primer lugar, el profesor subraya la delicadeza del asunto, para seguidamente afirmar que algo habrá que hacer para mejorar lo existente. "Ninguna obra humana guarda la perfección", señala, "y por tanto la LTH tampoco". Reconoce McGray la existencia de sectores tradicionalistas que fían la actual estructura territorial a una futurible integración de Nafarroa Garaia como cuarta socia del tablero. Dice que se trata de un argumento falaz, ya que considera que ese territorio no podría aceptar nunca convertirse en el 25% de una hipotética estructura, sino que aspiraría, como poco, al 45%, en base a su historia y su dimensión física.

"Dejémonos de paños calientes y abordemos la cuestión en toda su complejidad. Existe un nivel de duplicidad y de ineficiencia muy notable. Hay que atajarlo ya". McGray pone como ejemplo la existencia de una tarjeta electrónica para el transporte público en Bizkaia diferente a la existente en Gipuzkoa, situación que califica de "irracional", sobre todo teniendo en cuenta las pequeñas dimensiones del país.

Sostiene McGray que la configuración institucional vasca, en general, se pierde en pequeñeces. "Parece comprobado que el alma vasca tiende a defender lo pequeño frente a lo grande, al ente local sobre el municipio, al barrio sobre la ciudad, a la provincia sobre la nación, en una tendencia histórica que conduce al desmembramiento, a una especie de cantonalismo eúskaro". Añade ejemplos sobre el particular: Xoxoka no es Urnieta, como Areta no es Laudio, ni Igeldo Donostia, ni Usansolo Galdakao. Al alcalde de Ajangiz le duele que se relacione a su pueblo con Gernika, líbrese a los habitantes de Irurita de confundirlos con los de Elizondo.

El profesor, prudente, no adelanta soluciones al actual galimatias institucional, preñado de gobiernos autonómicos, diputaciones, mancomunidades, cendeas, cuadrillas, departamentos, agrupaciones, eurociudades, municipios, concejos e ínsulas baratarias. Tan sólo recomienda un poquito de racionalidad, evitar duplicidades e ineficiencias y adelgazar la administración en tiempos dominados por las nuevas tecnologías. 

Sabemos que es muy difícil alcanzar un consenso en tema tan sensible. Sin embargo, dejarlo para más adelante es la peor de las soluciones. La crudeza de la crisis económica puede ser el acicate necesario para que las voluntades se muevan hacia un mínimo común compartido. En ese sentido, suprimir los parlamentos provinciales y dotar al gobierno de capacidad recaudatoria podían ser dos primeros pasos en la dirección adecuada. Una cosa es que seamos un país pequeño y otra muy distinta que sigamos atados a nuestras pequeñeces.

Concluye McGray su epístola remarcando una idea que veo que también comparte Josemari Esparza, autor de "Vascosnavarros", volumen de reciente publicación y altamente recomendable. "Los ciudadanos vascos tenéis que hacer un esfuerzo por superar los provincianismos, para enfocar los problemas desde una visión nacional". Y nos lo tiene que decir un australiano que reside en Canadá.