¿Qué
se hizo el rey don Joan?
Los
infantes d'Aragón
¿qué
se hizieron?
Jorge Manrique
Escribir sobre la muerte resulta un ejercicio tan estimulante como melancólico. No es igual que se trate de la muerte de un ser cercano que de la de un personaje público, pero en el fondo sí que lo es, porque todos vamos a ser, tarde o temprano, presa de los gusanos. Se podrá honrar al difunto con funerales de Estado y ceremonias pomposas, a ser posible en catedrales y congresos, pero ese penúltimo capítulo de su trayectoria no evitará la natural corrupción de su cuerpo. De la del alma trataremos en otra ocasión.
Pensara el lector que voy a abordar en estos párrafos la vida y obra de presidentes y alcaldes recién fallecidos, pero no es esa mi intención. Podía dedicar algunas líneas a contar ciertos pasajes menos nobles de sus andanzas terrenales, pero estimo que no merece la pena. Ambos han muerto tras sufrir largas y crueles enfermedades. Todo hace pensar que no se lucraron personalmente ejerciendo sus responsabilidades. Ahí me quedo. No creo que sea este el momento de ajustar cuentas con ellos, sino de guardar un minuto de silencio y desearles que la tierra les sea leve.