Castillo de Tiebas, semiderruido, una metáfora de la situación nacional. Autor: n3x
He estado ausente del blog durante un mes, que se me ha pasado casi sin darme cuenta, aquí y allí, alejado del mundanal ruido. La falta de contacto con la lluvia de información que nos empapa cada día te lleva a un distanciamiento progresivo, a una melancolía de sabores agridulces y, en definitiva, a preguntarte qué demonios estás haciendo.
Nos montamos en la noria diaria de noticias, rumores y malentendidos y, embriagados con semejante cóctel, nos cuesta bajar a pie de calle, arremangarnos los pantalones, y caminar hacia algún lado, aunque sea hacia ninguna parte, que también existe.
Es muy probable que este país, que ni siquiera tiene un nombre que nos ponga de acuerdo a todos, no tenga remedio. Hemos sufrido invasiones y guerras, varias de ellas intestinas. Seguimos padeciendo las consecuencias de 40 años de franquismo en el sur y de más de dos siglos de jacobinismo republicano en el norte. No avanzamos en la búsqueda de soluciones que nos permitan dar un salto adelante y la posibilidad de establecer unas bases mínimas de desarrollo de nuestra personalidad como pueblo, ni mejor ni peor, pero diferente a otros del entorno.
Tras la muerte de Franco hemos perdido diversas ocasiones de construir un gran movimiento unitario que nos acerque a ese nuevo estadio. Txiberta, Lizarra... han pasado y ya son historia. Un pueblo no puede vivir permanentemente pensando en lo que pudo ser y no ha sido. Formamos parte de forma inexorable de España y de Francia, por mucho que maquillemos la situación. En nuestros pasaportes sigue apareciendo la rogigualda y la tricolor. No nos llamemos a engaño. En Ajuria Enea manda un militante del PSOE, en el Palacio de la Diputación navarra un militante de UPN y en Baiona siguen mandando las mismas sagas que hace decenas de años.
Es posible que todo este estado de cosas cambie pronto y en clave positiva. Pero no es probable. Cada uno de nosotros debiera de realizar un ejercicio de reflexión sobre su trayectoria vital, al menos los que llevamos más de medio siglo dando vueltas por estas tierras. Ver en qué hemos acertado y en qué hemos fallado. Analizar las causas fundamentales de la desunión existente entre quienes deseamos una Euskal Herria/Wasconia soberana y tomar medidas para que se transforme en unión, aunque sea coyuntural. Todo lo demás supone seguir apostando por la permanencia de la esterilidad actual. Hechos y no palabras es lo que necesitamos. Puede que haya llegado la hora de tomar decisiones.