Puede que el título le deba algo a Lev Tolstói, de quien estoy leyendo sus diarios, ya que el escritor ruso acostumbró a viajar a ese Cáucaso indomable que aún sigue en conflicto. Pero el título, utilizado por los cronistas de Bolsa, viene a cuento de los acontecimientos que están sucediendo estos últimos días, este sube y baja continuo que parece marearnos.
Uno debiera estar acostumbrado a estos sobresaltos, que para eso tiene ya los cincuenta cumplidos, pero no hay manera de aceptar como cotidiano este rosario de actuaciones. Tras una semana de ilegalizaciones varias (ANV, Gestoras, Askatasuna, EHAK) y de altas condenas de cárcel a militantes pro-amnistía, llegó un fin de semana en el que los atentados con coches-bomba se sucedieron sin solución de continuidad en Gasteiz, Ondarroa y Santoña. Además, la escalada violenta paso del incruento ataque a la Caja Vital Kutxa al perpetrado contra la comisaría de la Ertzaintza en el pueblo vizcaino (siete heridos) y posteriormente al cometido también en la costa, esta vez cántabra, con un militar muerto y varios heridos, algunos de gravedad.
Esta semana ha sido, hasta el momento, la de las detenciones. Tras las efectuadas en el centro de Francia contra Unai Fano y Maria Lizarraga, presuntos miembros de ETA, llegan las catorce detenciones en suelo vasco, al parecer contra la estructura de Batasuna en Ipar Euskal Herria. Hay que recordar que en esta parte del país, bajo administración francesa, el partido independentista goza de estatuto legal como el PS o la UMP.
Hasta aquí el somero repaso a lo acontecido. Y ahora vienen los interrogantes. Uno se pregunta ¿hasta cuándo? ¿por qué seguimos sin una solución? ¿quienes tienen la culpa?
Es evidente que las culpas deben ser repartidas entre todos los agentes presentes en el conflicto, pero no de igual forma. Unos tienen más culpa que otros, sin duda. Y en mi opinión quienes más culpa acumulan son los Estados español y francés, incapaces de reconocer la singularidad vasca, forjada a través de muchos siglos de historia. Esta es la piedra de toque del conflicto que vivimos y conviene que no la olvidemos.
Ahora bien, en el tablero de ajedrez en el que nos movemos no basta con señalar a los mayores culpables, sino que también debemos pedir responsabilidades al resto de agentes. En primer lugar a los partidos que asumen tareas de gobierno en nuestro territorio, llámense PNV, UPN, UMP y sus acompañantes de EA, EB y demás. Su falta de voluntad para dar pasos en la búsqueda de soluciones clama al cielo. En el caso del tripartito de la CAV se ha dado un permanente intento de equidistancia entre el Estado y la izquierda independentista, que al final siempre acaba plegándose a los intereses estatales y colaborando en la marginación de esa izquierda que ellos llaman radical.
Pero si queremos contribuir a la solución, a la superación del actual estado de cosas, debemos también decir que la izquierda independentista tiene, evidentemente, su cuota de responsabilidad al respecto. Que no basta con criticar la falta de voluntad de los demás, sino que, haciendo de tripas corazón, en una situación límite como la actual, debe dar pasos que sirvan verdaderamente para que más temprano que tarde vislumbremos una lucecita, aunque sea diminuta, al final del túnel. Este pueblo se lo merece.
Desconozco cuales deben ser las estrategias y las tácticas a seguir en ese camino. Pero parece claro que el empeño en fórmulas que se han mostrado insuficientes para desatascar el contencioso, no es sostenible en el tiempo. Estas semanas se está hablando de la recuperación del espíritu de Lizarra-Garazi, de un nuevo intento de aunar fuerzas en torno al independentismo por medio de plataformas, se ha citado Anoeta e incluso se han lanzado rumores interesados sobre "marcas blancas" para las próximas elecciones autonómicas en la CAV. Conviene separar el grano de la paja y descartar tentaciones posibilistas de corto alcance. La izquierda independentista se juega mucho para arriesgar todo el capital político en fórmulas de laboratorio no suficientemente contrastadas. Pero tampoco puede permanecer en el inmovilismo, esperando que pase la tormenta y escampe. Debe empujar el carro de la superación del conflicto mediante el diálogo y la negociación, debe aunar fuerzas y evitar dispersiones y desgastes. En resumen, debe dar pasos adelante, firmes y en la buena dirección, pero sin precipitaciones que puedan pasar factura en un futuro.