Los firmantes en el acto de Beasain.
Una treintena de personas de muy diversos ámbitos e ideologías han firmado el llamdo Manifiesto de Igartza, a iniciativa de Nazioen Mundua, un colectivo nacido en Idiazabal y extendido al Goierri, que impulsa el derecho a la autodeterminación. Se trata de un ejemplo de colaboración entre diferentes, en pos de un objetivo común, y por tanto demuestra con los hechos que esa colaboración es posible si el trabajo previo se realiza en la forma debida.
A veces, demasiadas, cualquier atisbo de colaboración entre las diversas ramas del llamado abertzalismo, desde el más institucional hasta el que custiona el actual sistema socio-económico, son glorificadas en una especie de canto a la unidad original de los vascos. Es un idealismo trasnochado que no conviene hacerlo trascender de las sobremesas familiares. Es radicalmente falso que haya existido una unidad consustancial a los vascos. En lo que se conoce de la historia de los vascones o navarros, siempre ha habido luchas intestinas, tanto entre quienes pugnaban entre sí por privilegios de poder o económicos, como entre quienes más tenían y los que más necesitaban. Dibujar el pasado de Euskal Herria como una especie de paraíso perdido puede resultar estimulante a la hora de escribir un cuento de hadas, pero no se atiene a los hechos.
Por lo tanto, el ejemplo del Goierri hay que situarlo en su justa medida, como un paso interesante, que podría extenderse a otras comarcas y otros ámbitos. A pequeña escala, representa el gran círculo de los ciudadanos que defendemos el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco, un círculo en el que se encuentran no sólo todos aquellos que se consideran abertzales, sino otros ciudadanos que, a fuer de demócratas, reconocen ese derecho básico de los pueblos.
Cuando se escribe sobre el llamado Polo Soberanista, ciertos analistas confunden deseos con realidades, y mezclan las cosas. Insisten, además, en que se trata de arrinconar al PNV mediante la puesta en marcha de un proyecto político alternativo que le dispute la hegemonía política. Creo que no es exactamente así. Quienes llevan ya tiempo dándole vueltas al Polo Soberanista, intentan en primer lugar agrupar a todos aquellos ciudadanos y agentes que se consideran soberanistas y de izquierda, que defienden un programa progresista y transformador, que no se quede en un mero maquillaje de la realidad existente. Ese bloque tendría por si sólo una evidente operatividad politica e institucional en nuestro país, con los consabidos matices en virtud de los distintos territorios. Y si en el camino es capaz de lograr la hegemonía política, miel sobre hojuelas.
Ahora bien, en el momento en que se ponga en cuestión el marco jurídico-político actual y se intente rebasarlo, mediante el democrático ejercicio del derecho de autodeterminación, o derecho a decidir, habrá que contar con ese gran círculo del que hemos hablado al comienzo del comentario, en el que se situarían todos aquellos agentes y personas decidos a llevar a Euskal Herria a un estadio superior en el ámbito de la soberanía. Ahí estarían los impulsores del Polo Soberanista y otros agentes como el PNV, Hamaikabat, sectores de la izquierda estatal, agrupaciones profesionales, asociaciones de base, clubes deportivos, etc.
Una cosa no quita la otra. Nadie debe renunciar a sus principios políticos fundamentales en aras a unanimidades forzadas. Ese no es el camino. Lo decisivo es que cada agente sepa dilucidar su posición estratégica de fondo de las unidades de acción que se pueden establecer en momentos puntuales, pero eso sí, determinantes. En esas coyunturas nadie va a sobrar y todos podrán aportar desde el respeto y la pluralidad.