Se nos va por el desagüe este año 2020 de los demonios, este nuevo año de la peste. El año en sí no tiene culpa de nada, por supuesto, pero como licencia literaria cargamos en su espalda las penas que nos ha amargado durante estos doce meses de pandemia, confinamiento y otras miserias humanas. Para mí, en lo personal, 2019 fue aún peor, así que me entran ganas de perdonarle la vida al 2020. Sin embargo, hay que señalar que el sentimiento generalizado de las gentes es que el año ha sido un desastre, especialmente por la explosión de la covid-19, los cientos de miles de muertos, la angustia generalizada, el miedo, en fin, lo que todos hemos vivido en directo.
La Ertzaintza escolta un cargamento de vacunas. Foto: eitb.eus |
Como no somos microbiólogos, ni médicos, ni nada parecido, dejaremos en manos de los profesionales las cuestiones relativas a la enfermedad. No obstante, me gustaría hacer algunos apuntes sobre cuestiones derivadas de la propia pandemia.