Las identidades nacionales, los nacionalismos en general, son buenos trajes para encrubir intereses espúreos. Basta con contemplar la manifestación de españolistas celebrada en la capital navarra el sábado para poder comprobarlo. El Partido Popular no hablará en su discurso de deslocalización de empresas, ni de desigualdades sociales, ni tan siquiera de la guerra de Irak en la que tanto colaboró. Le es más rentable envolverse en la bandera española y sostener esloganes tan ambiguos como "Fueros y Libertad". Habrá que recordarles que en la supuesta defensa de los fueros se han cometido crímenes aborrecibles, y que la libertad es un concepto tan polivalente que hasta los falangistas más conspicuos la usan en sus proclamas y manifestaciones callejeras.
Pero no era esa la cuestión que toca hoy. El discurso nacionalista sin matices, en el que se habla de pueblo en general, es muy útil para enmascarar cuestiones de clase. El debate que se ha montado sobre el tipo a aplicar al Impuesto de Sociedades por las diputaciones de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia así lo demuestra. Cuando se trata de ayudar al empresariado, los partidos que les representan más fielmente (en Euskal Herria PNV y PP) se ponen de acuerdo sin grandes problemas y pactan una reducción del tipo hasta el 28%. Una vez hecho el acuerdo, los representantes del PNV, J.L. Bilbao y J.J. González de Txabarri, se parapetan en la necesidad de mantener el mismo tipo en los tres territorios para denostar la iniciativa de Eusko Alkartasuna en Gipuzkoa, que defiende un tipo del impuesto menos favorable a las empresas. Esa es la trampa, porque la cuestión de fondo no es que el tipo sea idéntico o no, sino qué porcentaje sobre beneficios representa. No es casual que el PNV sea uno de los partidos que más donaciones de particulares (empresarios) recibe para cuadrar su cuenta de resultados anual, de ahí que deba corresponderles con una política de obras públicas adecuada (cemento y acero), unas adjudicaciones de obras y servicios consecuentes y una política fiscal menos gravosa para los pobres empresarios, que al fin y al cabo son los que crean empleo (precario) y riqueza (mal repartida).
Ese es el esquema de funcionamiento de un partido que vive a la sombra de las instituciones, que no sabría continuar funcionando sin una amplia representación institucional y que hará todo lo posible para que la izquierda abertzale no le amargue la fiesta en los próximos comicios. Mantener el control de las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa es vital para el partido, así como alcaldías como la de Bilbo. Para ello pactará con PSOE, EB, EA, Aralar o incluso con el PP. Que nadie lo dude. En este país, desgraciadamente, los únicos que tienen prejuicios a la hora de pactar son las izquierdas consecuentes, los demás priman su interés particular por encima del de la mayoría de los ciudadanos. Allí donde huele a negocio ahí alguien del PNV y si para lograr el máximo beneficio hay que pactar con el PP se pacta, que aunque sean fachas condenan la violencia, no como otros, con los que no se puede ni hablar.
Fotografía: "El País"
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