2011/05/09

La nueva cultura política de Bildu

La sentencia favorable del Tribunal Constitucional español sobre el recurso de la coalición Bildu al veto dictaminado por el Tribunal Supremo abre un sinnúmero de expectativas a la política vasca. Más allá de las miserables circunstancias de la votación, con un solo voto de diferencia, habrá que examinar con detenimiento el texto de la misma, y su posible extrapolación al recurso de Sortu ante el TC. La sentencia afirma que no se puede excluir a una opción política en base a una mera sospecha, lo que significa una descalificación absoluta de la decisión tomada anteriormente en el Supremo.

Sentada en Soraluze. www.diariovasco.com
No obstante, la virtualidad de la votación 6 a 5 no puede variar la opinión fundada que se tenía sobre la justicia española. Creer que antes era injusta y ahora no, sería un simplismo. Personalmente debo decir que nunca he creído en esa justicia y sigo sin creer en ella, pese a este último dictamen. Es tal el juego partidista y la maraña de relaciones que comparte con el poder ejecutivo, que nadie en su sano juicio puede abstraerse de sus pecados originales. La justicia está mediatizada por el ejecutivo y otros entornos del poder. Tal vez no en el caso de un accidente de tráfico o de un atraco, pero sí en el de la aplicación o no de los derechos constitucionales a una candidatura electoral de carácter soberanista y de izquierdas, como ha sido el caso.

Dicho esto, me quedó con las sentadas. Me explico. Como el título del post anticipa, lo que me interesa ahora es apuntar algún esbozo sobre la necesidad de que la izquierda abertzale [tomado este apelativo en sentido amplio] adopte nuevos modos en su accionar político cotidiano. Adelanto que no se trata de tirar a la basura todo lo anterior, sino de adecuar las prácticas políticas al nuevo escenario que se va dibujando.

Las sentadas a la espera de la sentencia del TC pueden ser un ejemplo del nuevo espíritu de resistencia que se debe implementar. Unir en un mismo acto la contundencia de la expresión callejera con unas formas menos crispadas, tal vez cogiendo algunos modos y maneras de las recientes revueltas en los países árabes. El modo en que se ha afrontado la configuración de muchas candidaturas y sus programas, activando el diálogo en el municipio con diversas personas de izquierda y soberanistas, unas más alejadas, otras más cercanas, para hablar de los problemas de la localidad, es todo un acierto. Pulsar las preocupaciones de la gente, escuchar sus propuestas, analizarlas, compartirlas, es el mejor camino para poder integrar a nuevas personas al proyecto común.

La propia composición de las listas, con candidatos de Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Araba Bai e independientes dota al proyecto de nuevos perfiles, más abiertos y participativos, menos planos, sumando atractivos y agrupando intenciones de crecimiento, bordeando los espacios electorales del PNV, Aralar o EB.

La nueva cultura política, de la que se hablará mucho en los próximos meses, pasará también por una utilización inteligente de los nuevos medios tecnológicos, las redes sociales, los foros, los comentarios y las encuestas de los medios digitales, etc. Las gentes que conforman el amplio espacio de Bildu se tienen que ver reflejadas en todos esos soportes y tienen que activarse en los mismos. Ahora bien, esa necesidad no debe arrinconar la presencia en el mundo "real", en la calle, en los lugares de encuentro de los pueblos y barrios, en todos aquellos escenarios en que algo se mueva.

Una nueva cultura que signifique más preguntas y menos respuestas programadas, el cuestionamiento de asuntos que parecían ya resueltos o la búsqueda de nuevas perspectivas para abordar problemas que parecen irresolubles. Una cultura que sepa distinguir entre adversarios y enemigos, que priorice la construcción a la destrucción y que sepa conjugar también el sí, en vez de situarse casi siempre en el no, tal vez llevados por una involuntaria inercia.

Con la misma viña e idénticas uvas, si se sustituyen los odres viejos por otros nuevos, se puede elaborar un vino diferente. Tan auténtico como el anterior, pero con otro sabor. E invitar a más gente a que lo pruebe. Esa puede ser la sencilla receta para caminar hacia la mayoría social que ya se está palpando en Escocia.

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