2011/05/04

Apología del crimen

Escribo este post pese a que no acostumbro a tratar en él asuntos de carácter internacional y con la precaución de avisar que me baso en informaciones de medios y agencias, que no tienen porque ser totalmente fidedignas. A la hora de escribir esto, no sé si Osama Bin Laden está muerto. Lo más probable es que así sea, pero todavía no se sabe con total certeza. Añado que nunca he sentido simpatía por este personaje, que rechacé en su día el atentado a las Torres Gemelas de New York, que tantos prejuicios nos ha causado, y que no comparto absolutamente nada con los grupos islamistas radicales que se mueven en la órbita de Al Qaeda, a los que considero criminales, fanáticos, antidemocráticos y reaccionarios. 

Dicho esto, es imprescindible señalar que la acción ejecutada por las fuerzas especiales estadounidenses en Abbottabad se salta todas las normas del derecho internacional. Washington se escuda en la "declaración de guerra" realizada por el anterior presidente George W. Bush contra la organización Al Qaeda, pero esa declaración no tiene nada que ver con los usos tradicionales de la diplomacia. Es como declarar la guerra al tabaco, a la mafia o a la hipertensión. Las declaraciones de guerra se hacen contra un estado, no contra un ente que no se sabe muy bien qué es.

Partiendo de esa base, nos enteramos ahora de que Bin Laden no iba armado, ni utilizó a una mujer como escudo, por lo que parece evidente que no pudo oponer resistencia y podría haber sido detenido y juzgado, como corresponde a cualquier delincuente. Si ha cometido crímenes o los ha instigado, que se le juzge por ello con toda severidad, pero con la asistencia de un abogado y ante un tribunal. Hasta el mayor de los criminales tiene derecho a una defensa justa. No se puede liquidar a una persona en base a informes, noticias o rumores. Se necesitan pruebas fehacientes de su participación en los delitos de que se le acusa. 

Pero es que además, la pista que llevó a identificar al colaborador que condujo a la localización de la casa, donde supuestamente residía Bin Laden con parte de su familia, se logró gracias a las torturas infringidas a un preso en la ilegal prisión de Guantánamo, la misma que prometió desmantelar el presidente Obama en su campaña electoral. Una tortura, por cierto, denominada en USA como waterboarding y que en nuestro país es tristemente conocida como "la bañera" y que ha sido aplicada con insistencia a presuntos miembros de la organización clandestina ETA.

Encima, el cadáver de Osama Bin Laden, que al parecer sufrió dos impactos de bala, no ha sido entregado a sus familiares, para que lo entierren al modo que crean conveniente, en este caso el rito musulmán. Por el contrario, los restos se conducen a un portaaviones americano y se arrojan al mar, para no dejar rastro del asesinato.

Todas estas circunstancias son lo suficientemente graves para provocar la indignación entre quienes creemos en los derechos humanos y en el estado de derecho. Pero es que además, el presidente de Estados Unidos, todos los líderes occidentales y hasta el Consejo de Seguridad de la ONU, han ensalzado la operación, diciendo que se ha hecho justicia y que el mundo es ahora más seguro. Que un premio Nobel de la Paz diga esto produce naúseas, que Rodríguez Zapatero y Sarkozy se sumen al carro, vómitos.

Y qué decir de los ciudadanos estadounidenses que se lanzaron con sus banderas a la calle a celebrar la muerte de Bin Laden y otras personas. Su actitud, su baile sobre la tumba, produce escalofríos. Menos mal que un portavoz de las víctimas del 11-S ha declarado que no se alegra por la muerte de Bin Laden. Ha sido una gota de cordura en un oceáno de infamia.

Todos sabíamos que los servicios especiales estadounidenses han protagonizado infinidad de actuaciones ilícitas en diferentes países del mundo, saltándose la legalidad internacional a su antojo. Lo trascendente es que ahora, con su primer presidente negro, lo reconocen en público y se enorgullecen de ello. Regresamos con paso firme a la Edad Media.

Postdata: ¿No será que han preferido la ejecución a sangre fría, porque en el juicio a Bin Laden podían salir a relucir todas sus viejas relaciones con la CIA, los holding petroleros estadounidenses y algunas de las mejores familias republicanas? Ante esa mera posibilidad, el progresista Obama habrá pensado que los testigos incómodos están mejor en el fondo del mar.


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1 comentario:

  1. Anónimo11:10 p. m.

    Totalmente de acuerdo.Volvemos a las tinieblas.
    http://aquellosperros.blogspot.com/

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