Envueltos en la bruma

Los amigos me preguntan sobre mi estado de ánimo, y lo les contesto que estoy bien, aunque un tanto mustio. La situación del país no es buena, más bien es penosa, y lo peor es que no encuentro resortes para poder pensar en mejoras significativas a medio plazo.

Como tengo fama de pesimista, bien ganada por cierto, tampoco extraña a los amigos que me exprese con tan pocas palabras. Sin embargo, creo que esta vez el malestar es mayor que el habitual. En los últimos meses he sufrido algunas largas conversaciones con personas cercanas que, tras años y años de tener ilusiones políticas en el independentismo, se han echado a la cuneta. Gentes que han militado en formaciones de la izquierda independentista, convencidas de sus ideas, que me han dicho que prefieren dejar la política a un lado y que sean otros los que se mojen en ese turbulento río.

Coincidiendo en parte con sus análisis, casi todos ellos pivotados en la idoneidad o no de las actuales estrategias, me siento un tanto raro. Intento defender, incluso, cosas en las que no creo demasiado, intentando hacerles ver que no se puede desistir después de tantos años de luchas y padecimientos.

Ya sé que es difícil convencer a alguien que ha tomado una decisión de ese tipo, tras una larga reflexión, pero tampoco creo que lo más correcto consista en bajarse del autobús en la próxima estación. Siempre hay pequeñas cosas que se pueden hacer, aparte de las grandes líneas estratégicas, en favor de Euskal Herria/Navarra. Yo intento aportar mi granito de arena en este blog o en mis trabajos en el observatorio socioeconómico Gaindegia. Dos aspectos colaterales a la propia militancia política directa, pero que para mí, que también he navegado en esas otras naves en otros tiempos, constituyen labores tan importantes y necesarias como las otras.

Pero dejando a un lado las perspectivas personales de cada uno, detecto un cierto desestimiento entre personas de cierto nivel intelectual y profesional (aunque esto suene pedante) respecto a lo que se ha venido haciendo en los últimos tiempos en lo que se conoce como izquierda independentista. Tal vez se trate de una mera casualidad, del entorno particular en el que me muevo o de causas que no alcanzo a comprender, pero lo cierto es que esa sensación, que llevó notando hace meses, comienza a ser más que una anécdota.

Termino ya el sermón. Calculo que son momentos de impasse, derivados de todo un cúmulo de sucesos, la mayoría negativos y relacionados con la represión. Igual dentro de un par de meses las cosas cambian y estoy arrepentido de este mismo comentario. Da lo mismo. A veces conviene dejar escritas las cosas en su momento, aunque las reflexiones de fondo vengan de atrás, para que otras cabezas se puedan incorporar a las mismas. Salvo excepciones contadas, no veo en los medios de papel ni en los electrónicos aportaciones en este sentido, bien porque la gente está en otra onda, bien porque falta el atrevimiento necesario para confesar las propias dudas. Esa es la principal razón que me ha llevado a hincarle el diente al asunto, aunque sea de forma ponderada y sin estridencias.

Se agradecerían señales de humo para salir de esta bruma que nos envuelve.