La declaración del candidato a diputado general de Gipuzkoa, Jon Jauregi, admitiendo la propiedad (a veces compartida) de seis inmuebles y unas cargas hipotecarias millonarias, parece haber desactivado la maniobra de otro sector de su partido para hundir su candidatura. Tiene pisos, sí, pero declarados y en regla. Menos mal. Es también evidente que sucios intereses de poder han interferido en el proceso de filtración de unos datos que tan sólo manejaban el propio Jauregi y la Hacienda Foral guipuzcoana. No es mi intención ahondar en la crisis interna de EAJ-PNV. Un partido centenario que ha vivido escisiones tremendas (Aberri versus Comunión) o la más reciente de EA, así como sonadas fugas al españolismo (leáse Arregi) o al independentismo coherente, puede soportar sin mayor quebranto otra escisión o un discreto número de fugas individuales. El poder de digestión que ha mostrado esa máquina política es proverbial y de ello pueden preguntarle a Txema Montero.
Ahora bien, lo que llena de asombro es que nadie parezca ligar el asunto de Jauregi con el problema de la vivienda, uno de los más angustiosos que padece nuestra sociedad, amén del cambio climático y los posibles descensos a segunda de Real, Athletic ¿y Osasuna? Las empresas constructoras, inmobiliarias, canteras, cementeras y demás entornos se frotan las manos a diario con el negocio que les ofrecen Gobiernos, Diputaciones y Ayuntamientos, tanto en edificación de viviendas como en construcción de infraestructuras (TAV, Supersur, Variante de Donostia, Eibar-Gasteiz, Iruñea-Logroño, Autovía del Urumea, Transpirenaica, etc). Mientras todo esto ocurre sin que nadie se altere, el principal partido de Navarra Occidental, que no de Nafarroa Osoa, se permite presentar de candidato por Gipuzkoa a un señor que posee media docena de viviendas (que sean cuatro me es igual), producto de inversiones familiares a su alcance, que no al alcance de la mayoría de los ciudadanos a los que pretende servir desde su cargo, si es que lo logra alcanzar.
Nada tengo contra la persona del señor Jauregi, pero conviene decir que los políticos, además de ser honrados deben parecerlo y no estaría de más que el pueblo llano supiera con quién se juega la representatividad política. Jauregi puede ser un gran diputado general, sin duda, pero está claro que el problema de la vivienda no está entre sus preocupaciones vitales. Por lo tanto, poco podrá hacer para solucionarlo quien ya lo tiene solucionado de antemano, y de qué manera.
No es de extrañar que ante la tímida intentona de Madrazo de gravar las viviendas vacías con un impuesto, el presidente del partido de Jauregi, el señor Josu Jon Imaz, salga inmediatamente en contra, tachando a la propuesta de "demagógica" y preguntándose en voz alta sobre la definición de "vivienda vacía". Por cierto que el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, salió también como un resorte, argumentado de forma muy similar.
¿Qué quiere decir todo esto? Pues es evidente que el enmascaramiento nacionalista que encubre al PNV impide a veces detectar su nervio central de partido conservador, de orden (*) y, en definitiva, de derechas. Un partido donde históricamente se han refugiado las personas pudientes de este país, los constructores de autopistas y viviendas VPO, las gentes que se sienten cómodas en el capitalismo liberal (y también en España, habría que añadir).
Vuelvo al inicio. Si un simple candidato a diputado general, del sector menos tibio del PNV, acumula seis viviendas, ¿cuántas tendrán Josu Jon o Joseba Andoni, el de los teléfonos? La respuesta en la Cadena SER o medios afines en próximas entregas.
(*) Nota al pie: La demostración de amor al orden y odio a la democracia que realizaron las fuerzas policiales de Atutxa-Balza el sábado en Bilbo, corrobora el talante señalado. Con estos gendarmes del poder, ¿para qué se necesita la guardia civil?
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