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2022/03/17

Gasto militar, ruina social

La guerra de Ucrania desatada por Rusia no es un conflicto local, al contrario, se trata de un asunto global que afecta a todo el planeta, especialmente a Europa. Rusia es Europa y Ucrania también. Las consecuencias no solo de vislumbran en la subida desbocada de los precios de las materias primas y de las fuentes de energía como el gas o el petróleo, sino que tiene diversas derivadas políticas y económicas. 

Margarita Robles, ministra española de Defensa. Foto: elplural.com

Ahí están las sanciones económicas que llevan aparejadas un efecto boomerang que nos acabará golpeando tarde o temprano o los problemas de abastecimiento de alimentos como los cereales provenientes de Ucrania. También afloran asuntos como el doble rasero a la hora de tratar a los inmigrantes, procedan estos de Ucrania o del África subsahariana. Los conatos de rusofobia también se empiezan a producir, mediante la eliminación de deportistas rusos de las competiciones o la censura a exposiciones o películas de autoría rusa, por ejemplo. 

2022/02/28

Contra todas las guerras

La invasión militar de Ucrania por parte de Rusia es una operación criminal que desprecia cualquier atisbo de humanidad. Por la mente del presidente ruso circulan sus ansias de emperador de todas las Rusias. De alguna forma su decisión de abrir fuego contra Ucrania intenta rememorar la fundación de la gran Rusia zarista. No hay ni una sola razón que justifique la invasión, la peor de todas las opciones. El argumento, made in RT, de que se trata de una operación defensiva ante el peligro de que Ucrania entre en la NATO no se sostiene. No es una operación defensiva, sino un ataque premeditado contra una nación soberana. Otra cosa es que Putin, en su delirio, argumente que Ucrania no existe, sino que la inventó Lenin precisamente para debilitar a Rusia.

Foto: http://dotb.eus

La condena sin fisuras de la operación contra Ucrania no debe hacernos olvidar que hay más guerras en el mundo y que el rechazo a esta debe ir acompañado del rechazo de todas ellas, sin excepción. El lema de "No a la Guerra" hay que declinarlo en plural con un nítido "No a las guerras", que entronque con las tradiciones más sanas del internacionalismo proletario. La clase obrera no debe servir de carne de cañón para las disputas de las potencias imperiales de turno, en este caso de Estados Unidos/UE versus Federación Rusa. Comunistas y anarquistas defendieron, ante el estallido de la Primera Gran Guerra, el pacifismo revolucionario, la socialdemocracia les traicionó acudiendo al combate entre estados rivales, un combate en el que solo morían trabajadores de uno y otro bando. Los capitalistas nunca han pisado una trinchera, ni se han manchado de barro sus botines de piel. 

2015/11/24

No más Gernikas

No más bombardeos, no más Gernikas, no más Dresdes, no más Mosules, no más infamia. No podemos alimentar la espiral bélica haciendo pomposas declaraciones como las realizadas por el presidente francés Hollande, un supuesto socialista que desprecia la tradición pacifista de su ideología original. Si ellos, los nihilistas de la yihad, quieren declararnos la guerra, que lo hagan. Son grupos al margen de la democracia que intentan instaurar un poder autoritario y retrógrado en Siria, Irak y aledaños como Yemen, Egipto o el Sinaí. La Europa de Kant, el filósofo de la paz perpetua, no puede responder al bárbaro ataque del 13N con el incremento de las acciones militares en Oriente Medio.

2011/03/21

Operación de guerra

Pese a contar con el paraguas de la ONU, una organización cuyo prestigio está por los suelos desde hace décadas, la operación militar que desarrolla coalición internacional en Libia es una respuesta violenta. Una respuesta en la que participan los principales ejércitos occidentales, salvo Alemania, y que en ningún caso garantiza una solución democrática para el país mediterráneo.

Se suele decir que si un animal anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato, debe tratarse efectivamente de un pato. En este caso puede que las circunstancias no sean exactamente iguales que las que se dieron en el ataque contra el Irak de Sadam Hussein, pero las similitudes son más numerosas que las diferencias. Es una operación de guerra que vuelve a reflejar en su esencia el mantenimiento del colonialismo sobre el norte de África, con los matices que cada uno pueda aportar. La comunidad internacional disponía de soluciones contundentes, como el bloqueo por tierra, mar y aire, pero ha optado por lapeor alternativa, la bélica.

No suelo abordar en este blog asuntos ajenos a la realidad de Euskal Herria, y si lo hago en esta ocasión es debido a que nos volvemos a encontrar delante de las narices con la doble moral de los pacifistas de salón. Rodríguez Zapatero y Rajoy coinciden en la necesidad imperiosa de enviar aviones y submarinos a Libia con el noble fin de salvar vidas humanas. Nunca hasta estos últimos años se había conjugado el adjetivo humanitario para describir una operación de guerra. Ejército humanitario es un oximorón, no hay que darle más vueltas.

La derecha y la izquierda domesticada coinciden en aplaudir el uso de la fuerza, de la violencia, cuyo fin último es garantizar el suministro de petróleo, no el salvaguardar a los rebeldes, que por cierto también van armados y de pacifistas tienen tanto como el propio Gadafi. El doble rasero de los citados políticos se ve protegido por el principio que vela el monopolio de la violencia al Estado. Pero que tengan ese monopolio no les exime de que vayan a causar víctimas, de acabar con bienes y vidas ajenas, de ejercer la destrucción. Si los F-18 enviados por España a Libia derriban aviones enemigos y causan la muerte a sus tripulantes, los responsables de esas muertes serán quienes han decidido la participación en semejante operación de guerra, encabezados por Rodríguez Zapatero.

No voy a traer el asunto a Euskal Herria. No es el momento y probablemente no lo será en mucho tiempo. Sin embargo, es conveniente diferenciar a los pacifistas coherentes, que defienden la no violencia en cualquiera de los escenarios, de estos seudopacifistas, que derraman lágrimas de cocodrilo cuando cae uno de los suyos, como ha ocurrido en Afganistán, mientras organizan operaciones de muerte contra países considerados amigos hasta ayer a la mañana.

La unión de la razón de Estado con los intereses geoestratégicos y económicos conduce a la creación de escenarios como el de Libia, en el que no cabe el maniqueismo de elegir entre buenos y malos. Nadie se salva del uso preventivo de la fuerza, se argumente como una solución para evitar daños mayores o simplemente como la única salida posible ante el derrumbe del Estado libio.

No me identifico con el coronel Gadafi y su familia, ni con buena parte de los interesados "rebeldes", ni mucho menos con la coalición occidental de guerreros, aves de rapiña en busca de petróleo. Nadie puede obligarme a tomar partido entreun mal enorme y otro aún peor. Lo único que deseo es que esta locura militarista concluya cuanto antes y dé paso a la palabra y a la negociación. Sobre todo por el bien del sufrido pueblo de Libia.


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