2011/03/21

Operación de guerra

Pese a contar con el paraguas de la ONU, una organización cuyo prestigio está por los suelos desde hace décadas, la operación militar que desarrolla coalición internacional en Libia es una respuesta violenta. Una respuesta en la que participan los principales ejércitos occidentales, salvo Alemania, y que en ningún caso garantiza una solución democrática para el país mediterráneo.

Se suele decir que si un animal anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato, debe tratarse efectivamente de un pato. En este caso puede que las circunstancias no sean exactamente iguales que las que se dieron en el ataque contra el Irak de Sadam Hussein, pero las similitudes son más numerosas que las diferencias. Es una operación de guerra que vuelve a reflejar en su esencia el mantenimiento del colonialismo sobre el norte de África, con los matices que cada uno pueda aportar. La comunidad internacional disponía de soluciones contundentes, como el bloqueo por tierra, mar y aire, pero ha optado por lapeor alternativa, la bélica.

No suelo abordar en este blog asuntos ajenos a la realidad de Euskal Herria, y si lo hago en esta ocasión es debido a que nos volvemos a encontrar delante de las narices con la doble moral de los pacifistas de salón. Rodríguez Zapatero y Rajoy coinciden en la necesidad imperiosa de enviar aviones y submarinos a Libia con el noble fin de salvar vidas humanas. Nunca hasta estos últimos años se había conjugado el adjetivo humanitario para describir una operación de guerra. Ejército humanitario es un oximorón, no hay que darle más vueltas.

La derecha y la izquierda domesticada coinciden en aplaudir el uso de la fuerza, de la violencia, cuyo fin último es garantizar el suministro de petróleo, no el salvaguardar a los rebeldes, que por cierto también van armados y de pacifistas tienen tanto como el propio Gadafi. El doble rasero de los citados políticos se ve protegido por el principio que vela el monopolio de la violencia al Estado. Pero que tengan ese monopolio no les exime de que vayan a causar víctimas, de acabar con bienes y vidas ajenas, de ejercer la destrucción. Si los F-18 enviados por España a Libia derriban aviones enemigos y causan la muerte a sus tripulantes, los responsables de esas muertes serán quienes han decidido la participación en semejante operación de guerra, encabezados por Rodríguez Zapatero.

No voy a traer el asunto a Euskal Herria. No es el momento y probablemente no lo será en mucho tiempo. Sin embargo, es conveniente diferenciar a los pacifistas coherentes, que defienden la no violencia en cualquiera de los escenarios, de estos seudopacifistas, que derraman lágrimas de cocodrilo cuando cae uno de los suyos, como ha ocurrido en Afganistán, mientras organizan operaciones de muerte contra países considerados amigos hasta ayer a la mañana.

La unión de la razón de Estado con los intereses geoestratégicos y económicos conduce a la creación de escenarios como el de Libia, en el que no cabe el maniqueismo de elegir entre buenos y malos. Nadie se salva del uso preventivo de la fuerza, se argumente como una solución para evitar daños mayores o simplemente como la única salida posible ante el derrumbe del Estado libio.

No me identifico con el coronel Gadafi y su familia, ni con buena parte de los interesados "rebeldes", ni mucho menos con la coalición occidental de guerreros, aves de rapiña en busca de petróleo. Nadie puede obligarme a tomar partido entreun mal enorme y otro aún peor. Lo único que deseo es que esta locura militarista concluya cuanto antes y dé paso a la palabra y a la negociación. Sobre todo por el bien del sufrido pueblo de Libia.


Beste iritziak:

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