La guerra de Ucrania desatada por Rusia no es un conflicto local, al contrario, se trata de un asunto global que afecta a todo el planeta, especialmente a Europa. Rusia es Europa y Ucrania también. Las consecuencias no solo de vislumbran en la subida desbocada de los precios de las materias primas y de las fuentes de energía como el gas o el petróleo, sino que tiene diversas derivadas políticas y económicas.
Margarita Robles, ministra española de Defensa. Foto: elplural.com |
Ahí están las sanciones económicas que llevan aparejadas un efecto boomerang que nos acabará golpeando tarde o temprano o los problemas de abastecimiento de alimentos como los cereales provenientes de Ucrania. También afloran asuntos como el doble rasero a la hora de tratar a los inmigrantes, procedan estos de Ucrania o del África subsahariana. Los conatos de rusofobia también se empiezan a producir, mediante la eliminación de deportistas rusos de las competiciones o la censura a exposiciones o películas de autoría rusa, por ejemplo.
Me voy a centrar hoy, sin embargo, en otra cuestión de gran trascendencia, como es el impulso descarado del gasto militar con la disculpa de la amenaza de Vladimir Putin. Alemania ha dado el paso decisivo al decidir elevar su presupuesto militar en 100.000 millones de euros. Una decisión que no ha tardado en ser respaldada por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Se trataría de aumentar hasta el 2% del PIB la partida dedicada a Defensa, que oficialmente para este año representa un 1,16% del PIB.
Y digo oficialmente, porque estamos hablando de la partida global que gestiona de forma directa el Ministerio de Defensa, cifrada en 10.152 millones de euros para 2022. Sin embargo, si se profundiza un poco en las partidas presupuestarias, el gasto total se elevaría hasta los 20.694 millones de euros. El responsable del estudio, publicado por el Grup Antimilitarista Tortuga, es Juan Carlos Rois.
Según el citado estudio, a las partidas del Ministerio hay que sumar otras relacionadas directamente con el Ejército, como el presupuesto de la Guardia Civil (3.485 millones), las pensiones de las clases pasivas militares (3.664 millones) o las partidas de índole militar del Ministerio de Industria (863 millones), por citar algunos ejemplos.
Teniendo en cuentas estos criterios más amplios sobre la naturaleza de las partidas militares de los Presupuestos, el porcentaje de los gastos militares se elevaría ya al 2,3% del PIB, cifrado en unos 875.172 millones de euros. Por lo tanto estaría cumplida, y de sobra, la recomendación de la NATO para los países miembros de destinar al menos un 2% del PIB a gastos en Defensa, En estos momentos el Estado francés destina el 2,1% de su PIB a estas partidas de índole militar, por lo que también cumpliría la citada recomendación.
Expresadas las cifras fundamentales, entramos en el terreno de la valoración. El programa máximo que yo suscribiría en este campo pasa por la salida de la NATO de los estados español y francés y la paulatina desaparición de los ejércitos, que serían sustituidos por un sistema de defensa popular, como el teorizado por el pensador libertario Abraham Guillén. Pero dejando a un lado estos buenos propósitos, un tanto utópicos, es evidente que las organizaciones de izquierda no pueden defender en ningún caso el aumento del presupuesto militar, sino que deben defender su reducción y el traslado de recursos a presupuestos como los de educación, sanidad, vivienda o servicios sociales. No se les pide la disolución del ejército, pero sí un mínimo de dignidad,
La ministra española de Defensa, Margarita Robles, sostiene que invertir en defensa es invertir en paz. Sabe perfectamente que está mintiendo pero no puede decir otra cosa desde el momento en que forma parte del lobby militar-industrial del Estado español, al que pertenecen, por cierto, unas cuantas empresas vascas relacionadas directa o indirectamente con la industria del armamento
Por lo tanto el dilema entre elevar o reducir el gasto militar no tiene mayor recorrido, salvo que los partidos autodenominados de izquierdas renuncien a sus principios básicos. En ese sentido conviene señalar que las cifras arriba apuntadas para 2022 han contado con la firma de toda la izquierda parlamentaria del Estado español, salvo las CUP. Por tanto, las declaraciones realizadas por todas esas formaciones contra la subida del presupuesto militar hasta el 2% del PIB deberían ser corroboradas en el momento de votar los Presupuestos para 2023, si incluyeran dicho aumento en el gasto militar, cifrado en unos 6.500 millones de euros. Sería un bonito ejercicio de coherencia por su parte. ⧫
No hay comentarios:
Publicar un comentario