2014/09/18

La presa 1513

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Es probable que algún lector se acuerde de la famosa frase de José María Aznar, a la sazón presidente del Gobierno de España: ¿Se creían que no nos íbamos a atrever? Se refería el dirigente conservador al cierre del diario Egin el 15 de julio de 1998. Un discípulo aventajado de Aznar, el ministro español de Hacienda, Cristóbal Montoro, debió pronunciar ayer la misma frase en su encuentro con su otrora amiga Yolanda Barcina, esta vez con motivo del afaire de los 1.513 millones, derivado de la habilidosa gestión tributaria del Gobierno foral entre los años 2007 y 2011. El enfado de ésta así nos lo permite imaginar.


Como a los voluntarios que se inscriben en la Legión Extranjera, a los titulares de Hacienda se les supone el valor antes de nombrarlos. Y Montoro no es una excepción. Todo el mundo conoce las simpatías de Barcina por el PP y su lealtad a España, pese a encabezar un partido regionalista y navarro. Lo que ocurre es que en tiempos de turbación no se pueden hacer mudanzas, ni recurrir a la picaresca para mantener a flote el chiringito foral del que presume UPN. 

Con las cosas de comer no se juega, y 1.513 millones de euros es una pasta. Tanta es que los servicios jurídicos del Ministerio siguen erre que erre en busca de la suma, a pesar de las dolorosas quejas de Barcina, que se atreve a señalar en público el comportamiento desleal del gobierno español, como si de una vulgar líder nacionalista se tratara.

El asunto Volkswagen retrata mejor que nada la debilidad intrínseca de la autonomía amejorada navarra. Habría que remontarse a 1978 para comprobar la forma en que se hizo el mapa autonómico del Estado español, en el que se incluyeron varias autonomías uniprovinciales. La primera de ellas fue la navarra, ya que el objetivo primordial de las fuerzas vivas hispanas era impedir el agrupamiento de los cuatro territorios vascos en un único entente autonómico. Había que dividir Vasconia en dos administraciones separadas. Luego vinieron Asturias, Cantabria, La Rioja, Murcia y Madrid. El mapa tradicional se desvanecía y Castilla (la Vieja y la Nueva) quedaban seriamente afectadas.

El caso es que pasados los años, nos encontramos con una autonomía en peligro de quiebra o concurso de acreedores, como el pobre Atlético Osasuna, y liderada, es un decir, por una política que ha dado innumerables signos de incapacidad, amén de corruptelas, en su paso por la alcaldía de Iruñea y el Gobierno de la Diputación. Un personaje que acaba de anunciar su deseo de repetir al frente de las listas de UPN, poniendo en bandeja la campaña a la oposición.

Yolanda Barcina es una política presa de esos 1.513 millones. Todavía no luce su traje de rayas y es posible que el PP la indulte a última hora, que Dios aprieta pero no ahoga. Sin embargo, en el imaginario popular, quedara indelebe la imagen de una presidenta incapaz de sacar adelante la autonomía. Un proyecto foral agujereado y a punto de hundirse, que tendría una salida digna en la confluencia con el resto de territorios vascos. Una solución posible y realista que el magma de UPN-PSN no va a facilitar de ningún modo. De pedir sopitas lo harán con La Rioja o con el Reino de Aragón. Faltaría más.

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