El del título de la entrega no es un juego de palabras, sino una hipótesis de trabajo de la comunidad científica. ¿Nos encontramos ante un universo infinito o, por el contrario, ante una colección de universos finitos, del que el nuestro es uno más?
Habrá que seguir reflexionando sobre la cuestión en los próximos años, pero mientras tanto propongo poner los pies en el suelo y tratar de cuestiones más terrenales. De los recientes resultados electorales se pueden realizar infinitas lecturas. Cada cual arrimará el ascua a su sardina y destacará lo que más le convenga. Por lo tanto, es conveniente huir de esas lecturas interesadas y sacar a la luz aspectos que no contribuyen a dibujar mundos idílicos.
Una de las cuestiones que ha dividido a los analistas es la contribución de Aralar a la coalición Amaiur. A bote pronto, se ha dicho que ésta ha sido menor de la esperada. Tengo que decir que tras cotejar algunos datos electorales, por ejemplo los de los barrios de Donostia, la suma de Bildu y Aralar en mayo arroja un resultado prácticamente clavado al de Amaiur en noviembre. Otra cosa es que algunos militantes destacados de Aralar hayan pasado de Amaiur e incluso, como en Nafarroa Garaia, hayan pedido el voto para Geroa Bai. El último congreso no zanjó la cuestión electoral, ni la apuesta estratégica del partido y personas destacadas, como Aintzane Ezenarro o Jon Abril, han mostrado, con su distanciamiento hacia Amaiur, que las aguas bajan turbias.
También es cierto que en el caso de Nafarroa Garaia las cosas no parece que hayan sido idénticas. Es notorio que existe un colectivo de votantes de raíz vasquista que no está dispuesto a dar su apoyo a nada que huela a MLNV, o sea, a la izquierda abertzale de toda la vida. Son gentes del PNV, de Hamaikabat, ex Euskadiko Ezkerra, ex EA, independientes...que han dado su voto a Geroa Bai. En su momento dije que acudir a las elecciones con dos listas era más productivo que hacerlo con una lista única. Esos sectores se verían en un grave compromiso, que les llevaría a la abstención o al voto a Izquierda-Ezkerra. Los resultados confirman el diagnóstico. Se ha alcanzado el mayor número de votos abertzales en unas elecciones a Cortes españolas y dos representantes en las mismas. Y no me quiero olvidar de los cabezas de lista y su influencia. El tirón de Uxue Barkos es innegable y está ahí; el perfil de Sabino Cuadra, persona a la que leo siempre, se decanta muy a la izquierda. Y no digo más.
En el debate sobre la hegemonía nacionalista/soberanista, hay que volver a insistir en que es un debate trufado. Lo importante no es quién saque más apoyos, sino que la suma de ambos cauces arroje suficiente agua para que nos podamos tirar a la piscina autodeterminista en un futuro. Las dicrepancias entre el PNV y la izquierda soberanista van a seguir existiendo, sobre todo en materia económica y social. Pero no deben ser motivo de guerras banderizas, causantes de tantas derrotas a la nación vasconavarra. El ejercicio efectivo del derecho a decidir debe estar en primera línea del horizonte. Tragar algún sapo en aras de ese objetivo superior forma parte del programa.
Volviendo a los análisis postelectorales, ha quedado demostrado que el esfuerzo unitario que ejemplifican las coaliciones Bildu y Amaiur ha sido premiado por la ciudadanía. Ha recibido un plus de apoyos, lo que unido al anuncio de abandono de las armas por parte de ETA, ha generado movimientos subterráneos de voto, impensables hace poco tiempo. A las listas de Amaiur les han dado apoyo gentes de la IA, de EA, de Aralar, de Alternatiba, de la izquierda federal, del PNV y hasta del PSOE. No se puede cuantificar en números, pero el mero hecho de que se haya dado esa confluencia da una idea de que los límites, cuando se hacen bien las cosas, se pueden romper. De que lo finito puede transformarse en infinito (o casi).
Varios portavoces de Amaiur han destacado el dato de que se han conseguido escaños en los cuatro territorios del sur vasco, por vez primera. A este respecto hay que decir dos cosas. Que Amaiur es algo nuevo, incomparable con datos del pasado, ya que una parte del nacionalismo institucional (EA) está dentro de la coalición. El caso de Araba es llamativo, pero también hay que decir que en ese territorio Eusko Alkartasuna ha tenido su historia.
La segunda cuestión es la disparidad de porcentajes de apoyo. Van a continuación unos datos de las capitales y principales ciudades: Primera fuerza en Donostia (24,13%), Zarautz (37,51%), Laudio (27,14%-empatada con EAJ) y Agurain (35,92%); segunda en Eibar (26,98%) y Amurrio (29,33%); tercera en Gasteiz (16,56%), Getxo (15,04%) y Lizarra (16,13%); cuarta en Bilbao (13,77%), Iruñea (14,12%) Barakaldo (12,42%), Portugalete (12,79%), Irun (16,84%) y Barañain (14,21%), quinta en Tudela (3,56%).
Aparece una horquilla entre el 12% de Barakaldo y el 37% de Zarautz, que representa el cauce central de los apoyos y que da una idea de la solidez del voto soberanista/independentista a lo largo y ancho del territorio. Una horquilla que muestra su debilidad en el área del Gran Bilbao, tal vez por el limitado perfil social de la coalición, muy definida, en cambio, en lo nacional. El caso de Tudela y la comarca de Erribera necesitaría un estudio más en detalle, por sus bajos porcentajes.
Es evidente que esta corriente de fondo necesita una consolidación en el tiempo y, sobre todo, en el plano organizativo. Hay quien, como Patxi Zabaleta, adelanta ya futuras confluencias. Ya se verá. Lo prioritario es que la izquierda abertzale central disponga de una cobertura legal para estructurarse en todo el país. La legalización de Sortu sería un paso decisivo en esa dirección, al que seguirían otros, como la reestructuración de Bildu, como agrupación de las fuerzas soberanistas de izquierdas, en el camino hacia la autoderminación. Pero eso son ya cuestiones a captar por el telescopio, como esos infinitos mundos finitos de los que habla el título de esta entrega.
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