Josu Erkoreka (EAJ) |
Pese a que la campaña electoral va a presidir la actualidad estos días -junto a la crisis económica- no me voy a referir a ella en este comentario, sino a la distinción esencial en política entre lo importante y lo accesorio. Por ejemplo, me parece importante trabajar por la construcción nacional de este país, desde las instituciones, desde las fábricas, desde las organizaciones no gubernamentales, desde las pequeñas asociaciones culturales o deportivas. En cambio me parece accesorio cuadrar a cualquier precio las cuentas de los ayuntamientos.
Todos sabemos que existe la gran política, la de las grandes proclamas, los programas máximos, la de los derechos y deberes de los ciudadanos. Tambièn sabemos que existe la pequeña política, la de arreglar una acera, colocar un semáforo y adecentar una plaza. Las dos son necesarias, hay que compatibilizarlas. Otra cosa es que por mor de satisfacer los requerimientos de la pequeña política, del día a día institucional, sacrifiquemos los de la gran política, o al menos no los valoremos en su verdadera dimensión.
No se trata de quedarse embelesado contemplando los grandes principios y las grandes frases de los padres fundadores. En la política siempre viene bien una adecuada dosis de pragmatismo. Lo que quiero decir es que, a veces, los recovecos que exige la gestión diaria llegan a confundir el lugar en el que se encuentran los mojones del camino principal.
El espejo que nos brinda el partido nacionalista histórico es revelador. Nacido para llevar al pueblo vasco a la independencia, se consuela con gestionar el mayor número de instituciones, perdiendo el objetivo principal por el camino. Es verdad que habla ahora de un estatus politico nuevo para 2015, siempre a futuro, pero lo que le ocupa no es ese señuelo sino lograr el mejor resultado posible y rezar para que el PP no alcance la mayoría absoluta y necesite por ese motivo sus votos en el Congreso. De esa forma podría seguir arrancando transferencias para la CAPV hasta el juicio final.
Espero que la irrupción institucional de Bildu y la probable de Amaiur (con el proyecto de Sortu sin legalizar, no lo olvidemos) no convierta la preocupación por lo inmediato en la línea maestra a desarrollar. Hay socios de la coalición que respiran cómodos en lo institucional y que pueden verse tentados a ello. Lo decisivo, en todo caso, es que el árbol cotidiano no nos impida ver el bosque nacional a cuidar. Todo lo que vaya en esa dirección debe ser apoyado, y lo que signifique un obstáculo o un mero pasatiempo, orillado. Euskal Herria sufre demasiados y profundos problemas para que la gente más interesada en resolverlos desperdicie sus energías en arreglar los entuertos de quienes les precedieron en puestos de responsabilidad.
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