El mundo real se superpone al político-mediático en estas vísperas agosteñas. El personal toma vacaciones casi por obligación. No hace tantos años que preguntar a un amigo si se iba de vacaciones era una especie de grosería. Casi nadie se podía permitir semejante lujo. Bastante chollo era no ir a la fábrica durante cuatro semanas. En la actualidad, sin embargo, ha cambiado tanto la sociedad, que el que no se va por ahí, cuanto más lejos, mejor, es un bicho raro, a fuer de fracasado. Un crucero por el mediterráneo, a ser posible con parada en Dubrovnik, es algo casi corriente, aunque los hay que van más lejos, a China, a Australia o a países exóticos, incluidos los musulmanes.
La sociedad de hiperconsumo en la que nos movemos se basa cada vez más en elementos externos de referencia que marcan el éxito social, derivado del económico. El duplex, el Audi y las vacaciones fetén, forman un trío incontestable en esta próspera Euskal Herria, tan alejada del infierno tipo Gaza en la que nos quieren ubicar los medios españoles como "El País". Reportajes como el publicadoeste domingo sobre Hernani indican claramente el caldo de cultivo en el que prefiere moverse el poder madrileño. Alguien debiera tomar buena nota de ello, ahora que ha fallecido el santo patrón de Prisa.
Pero nos nos desviemos del asunto. Debajo de la imagen de país conflictivo, ingobernable y salvaje se esconde un lugar en el que se vive razonablemente bien, donde los hipermercados y las cadenas de tiendas de moda hacen cajas multimillonarias y las fiestas populares son sinónimo de derroche. No nos engañemos, no estamos en Palestina, ni mucho menos en Nicaragua. Está muy bien solidarizarse con las luchas de esos pueblos, pero nuestra estructura social es netamente europea, para lo bueno y para lo malo.
Realizar una radiografía de esa estructura, sin complejos, es una tarea que debe hacerse de inmediato. Ignoro si alguna de nuestras universidades ha dado pasos en ese sentido. Deberían hacerlo, desde luego. Y a partir de ahí, emitido el diagnóstico certero de lo realmente existente, podremos avanzar hacia la búsqueda de soluciones al "conflicto". Me temo que hay demasiadas empresas, sociedades y personas interesadas en que todo siga más o menos igual, porque en ese marco se mueven con comodidad y sin mayores riesgos, escudados en un nacionalismo tibio, inoperante en lo político, pero muy útil en lo social.
Que nadie se confunda. No estoy pregonando la manida "socialización del sufrimiento". Al contrario, lo que defiendo es que nadie sufra más de la cuenta, de lo que se debe sufrir en esta vida. Que no haya sobresufrimiento. Y hay que reconocer que en estos últimos cincuenta años quienes más han sufrido han sido los defensores de la independencia nacional, de verdad. No quienes con diferentes siglas y disfraces han vendido que ese era su objetivo, mientras su verdadero afán ha sido llevar una vida relajada y hacer negocios, más o menos presentables.
Y ahí lo dejo por el momento, que yo también me voy de vacaciones, aunque sean cortas y cercanas. Ondo izan.
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