
Saramago considera que, bien explicada, los portugueses aceptarían "la integración territorial, administrativa y estructural", y añade que "con diez millones de habitantes, Portugal tendría todo que ganar en cuanto a desarrollo, y no sería una cesión ni acabar con el país, continuaría de otra manera. No se dejaría de hablar, de pensar y de sentir en portugués, (...) y no seríamos gobernados por españoles, habría representantes de los partidos de ambos países en un parlamento único con todas las fuerzas políticas de Iberia".
Según su propuesta, o profecía, Portugal sería una comunidad autonómica como Catalunya o Castilla-La Mancha. Para lanzar estas y otras ideas geniales, Saramago ha creado la Fundación Ibérica que lleva su nombre, la cual será administrada por su esposa y traductora, Pilar del Río.
La ocurrencia de Saramago, que echa por tierra la herencia heroica de Aljubarrota, entronca, sin embargo con ideas lanzadas con anterioridad. Bajo el epígrafe de Confederación de Estados Ibéricos, se ha planteado por algunos teóricos la posibilidad de crear una estructura estatal que englobase a Portugal (y Galiza), Països Catalans, Euskal Herria y España, naciones que se autogobernarían en todos los terrenos, salvo el militar y las relaciones exteriores.
Es una idea, pero sigo creyendo que las hay mejores. A mí me encanta Portugal tal como está, libre e independiente, sin tener que pasar por la humillación de pedir permiso a Madrid para nada. Por cierto, Saramago no nos dice dónde demonios estaría la capital de esa Iberia idílica que dibuja. ¿Tal vez en Azinhaga, su pueblo natal?
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