Un proceso que no acaba de procesarse

Se podría escribir una enciclopedia sobre el proceso catalán, o el no proceso, según se mire, pero nos limitaremos a unos pocos apuntes, a las pocas horas de celebrarse los comicios. Y para ello nos basaremos en los números reales, en los votos y las abstenciones producidas, dejando a un lado el juego parlamentario de escaños, que es otra cuestión.

Fuente: Europa Press

Teniendo en cuenta que desde hace unos cuantos años Catalunya se encuentra inmersa en un proceso que podría desembocar en su independencia mediante una consulta vinculante, es importante recalcar los apoyos de cada fuerza política y del conjunto del bloque independentista. No está bien hacerse trampas en el solitario.

Lo primero que hay que decir es que los posibles votantes de este 14 de febrero eran 5.433.979, de los que han ejercido el voto 2.874.610 (53,54%), muy lejos del 79,09% de los comicios de 2017. De ese total de votos, las candidaturas plenamente independentistas (Junts, ERC, CUP) han cosechado un total de 1.360.696, a los que siendo generosos se les podrían sumar los 77.059 del PDeCAT, lo que hace un total de 1.437.755. Mientras, las candidaturas unionistas (PSC, VOX, Cs y PP) se han quedado en 1.137.711. Luego hay algunos pequeños partidos que han logrado unos miles de votos, que en esta ocasión no tomo en cuenta. Por fin, quedan en terreno de nadie los 194.626 votos logrados por Podem, que podrían ser decisivos frente a una consulta por la independencia.

La lectura fácil es que el voto independentista gana con suficiencia al unionista. Es verdad, pero a partir de aquí empiezan los matices. Entendiendo que la pandemia ha hecho mella en el electorado de todo signo, lo cierto es que en medio de una perspectiva de independencia a corto o medio plazo, el independentismo, que es lo que se analiza aquí, se ha dejado, contando al PDeCAT, la friolera de 641.585 apoyos. El desgaste se ha producido en las tres fuerzas principales, todas han perdido votos. 

Se nos habia vendido la idea de un proceso hacia la independencia, en el que era el pueblo quien tiraba adelante de los políticos, siempre alejados de emprender aventuras. Ahora resulta que buena parte de ese pueblo se ha quedado en casa, siguiendo el famoso proceso desde el televisor, tal vez decepcionado de los virajes de unos y otros, y sobre todo de la lucha encarnizada por la hegemonía entre ERC y Junts. Lo cierto es que, si bien es meritorio mantener ese porcentaje de voto con tan alto nivel de abstención, hay que convenir que algo estarán haciendo mal. 

Y aunque sea solo un factor sicológico, el que el vencedor de los comicios sea el PSC, y antes Cs, no deja de ser un baldón para la imagen de un proceso independentista imparable, como vendían los líderes políticos catalanes.

En ese sentido sería deseable que en el seno de ERC se hiciese una reflexión profunda sobre el fenómeno de que las encuestas siempre le dan vencedor, para acabar siendo segundo en la votación, detrás de una fuerza unionista. Cosa distinta ocurre en las CUP, que con una candidata proveniente de otros espacios políticos, ha logrado doblar su representación y aguantar bien el tipo.

La reflexión final incide en la importancia del número de votos. Estoy seguro que frente a un hipotético referéndum sobre la independencia, buena parte de los abstencionistas de alma unionista, que normalmente no acuden a las urnas, en ese trance acudirían en tropel, en defensa del estatus quo. Por el contrario, las fuerzas independentistas apenas son capaces de superar los dos millones de votos (2.079.340 en 2017; 1.966.508 en 2015), en sus mejores picos. Falta un plus para ganar el match. 

Ahí está la clave para construir la república catalana, hacer crecer esos números, haciendo irreversible la necesidad de una consulta vinculante y pactada. Aunque esta se perdiera, constituiría en sí misma un logro histórico para el proceso soberanista de Catalunya. Ya no habría marcha atrás. ⧫

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