De un tiempo a esta parte, diría que desde allá por el final de la II Guerra Mundial, venimos asistiendo impertérritos a una colonización cultural procedente de los Estados Unidos de América (USA). Desde las películas del oeste o western, las de la factoría Disney, el cine negro o “Lo que el viento se llevó”, nos han ido invadiendo los iconos estadounidenses, sus modos de actuación, su ética y su propaganda del modo de vida americano. No se trata de aparecer a estas alturas como un mojigato al que no le gusta nada de lo que viene de USA, pero creo que conviene ponerle un límite, simplemente utilizando el sentido común.
Foto: Mike Ehrmann | Adweek |
Una cosa es que nos gusten “Los Simpson”, “Los Soprano” o “Fargo” y otra muy diferente que en nuestros medios de comunicación más cercanos se le de cancha a un acontecimiento tan hortera como la fiesta de la Super Bowl, fiel retrato de la cultura estadounidense, en la que al deporte se le une la música, el espectáculo y hasta la poesía. Uno se queda sorprendido de que se le dediquen crónicas y reportajes a un deporte que tan solo se práctica en Norteamérica, del que desconocemos su reglamento y funcionamiento, y al que nunca le habíamos prestado la menor atención.
Que nos bombardeen con la NBA tiene un pase, porque el basket también se juega en Europa, pero que lo hagan con el beisbol o el fútbol americano es todo un despropósito. Da la impresión de que existe una campaña orquestada por la que en prensa, radio, televisión e internet se han puesto de acuerdo en convencernos de la rivalidad histórica entre los Tampa Bay Bucaneers y los Kansas City Chiefs, o de la pelea personal entre Tom Brady y Patrick Mahomes. ¿Es que nos hemos vuelto todos locos?
Hace poco los informativos nos han explicado con pelos y señales el sistema de votación para las presidenciales estadounidenses con todo detalle, hemos seguido el conteo de Wisconsin y Delaware como si estuvieran en la desembocadura del Bidasoa, conocemos los caucus, el papel del Colegio electoral, el papel de la vicepresidenta, las entrañas del Partido Republicano, los componentes del Tribunal Supremo, en fin, sabemos más del sistema institucional de USA que del francés o el italiano.
En las últimas décadas nos han asaltado con el vaquero de Marlboro, Frank Sinatra, la familia Kennedy, Village People, las cataratas del Niágara y el “New York, New York”. Hasta podía hacernos gracia en un momento dado. Pero últimamente nos asedian con el “Día de la Marmota”, el Black Friday, Halloween, el pavo del Día de Acción de Gracias y el 4 de julio. Todas las recias costumbres de la América profunda nos llegan en volandas, como quien no quiere la cosa, sepultando nuestras propias costumbres bajo litros de Coca Cola light y pollos fritos del Kentucky Fried Chicken. Hace tiempo que sabíamos de primera mano la influencia de Eisenhower en el asentamiento de la dictadura franquista, y nos habíamos percatado que a la bandera de las barras y las estrellas se le rinden honores, evitando gestos inapropiados ante ella. Pero hasta este momento no nos habíamos dado cuenta de la necesidad imperiosa que teníamos de conocer al detalle las funciones del Quarterback en el juego ofensivo de un equipo de fútbol americano.
Puede que en cuanto a cine y musicales de teatro andemos un poco flojos comparados con ellos, pero en lo que se refiere al deporte, tenemos las diferentes modalidades de pelota vasca, el remo, el ciclismo, el fútbol, el baloncesto, el balonmano… No tenemos nada que envidiar a los estadounidenses y podemos seguir tan felices con lo nuestro sin recurrir a copiar desde la lejanía las peripecias de Tom Brady y compañía. Por mí se pueden comer una montaña de cereales Kellogs en su super tazón.
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