2020/07/13

Ganó la abstención

Ayer hubo elecciones autonómicas en la CAPV. Los portavoces de las distintas formaciones políticas resuelven el asunto en dos líneas, lamentándose de la baja participación, y acto seguido pasan a valorar los resultados de su partido, que siempre tienen algún aspecto positivo que destacar. El PNV, que ha bajado en votos absolutos (-48.739), ha crecido en escaños. EH Bildu celebra haber subido de votos con tan alta abstención, orillando el que hayan vuelto a quedar segunda, a distancia de los vencedores. El PSE-EE dirá que han subido un escaño, pese a las dificultades. Elkarrekin Podemos, que se han estrellado y se acordarán de Pili Zabala, sostiene que hay base para trabajar. El PP+CS dice que son el aglutinante principal del centro derecha constitucionalista y, por último Vox, que a pesar de que no han tenido libertad para actuar, han logrado un escaño. Todo menos reconocer que de los 1.718.318 votantes inscritos en el censo, un total de 809.990 se quedaron ayer en casa. En la práctica cinco de cada diez votantes decidieron no participar en los comicios.

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Sostiene algún analista que al haberse conseguido superar el listón del 50% de participación, las elecciones se ven legitimadas y los resultados van a misa. Es verdad que los abstencionistas saben perfectamente que su decisión no se va a tener en cuenta en ningún foro. Pero también es cierto que unas elecciones autonómicas en las que casi la mitad de los electores pasan de las mismas y no acuden a los colegios electorales, pueden ser cuestionadas políticamente, aunque legalmente sean impecables de todo punto. 

El caso es que la llamada a la abstención ha pasado desapercibida, pese a haber existido algunos tímidos llamamientos desde grupos radicalizados, sobre todo en redes sociales. Pese a ello, no se trata de una abstención militante, politizada, como la que protagonizaba la CNT anarcosindicalista en los años treinta, sino más bien una abstención producto del desdén, de la pereza, del cansancio y, en esta ocasión, también del miedo a la covid19. Da la impresión de que una franja del electorado que en otras ocasiones se ha movilizado, esta vez no lo ha hecho ante el convencimiento de que hiciese lo que hiciese, votase a quien votase, iba a seguir ganando el PNV. 

En una situación muy distinta estaríamos ahora si se hubiera producido una iniciativa popular amplia llamando a la abstención. Entonces se hubiera creado un auténtico problema de legitimidad, pero hoy por hoy esa hipótesis es política-ficción, sin mayor recorrido.

Si en los comicios de 2016 la participación fue baja, en torno al 60%, en esta ocasión se han roto todos los techos, y ha quedado en el 52,8%. Se mire por donde se mire, se trata de un verdadero fracaso del propio sistema autonómico, que se ve ignorado por tantos cientos de miles de posibles votantes. Un sistema electoral en el que la mitad del censo se abstiene, es un sistema electoral herido de muerte. Es cierto que todas las formaciones hicieron llamamientos insistentes a la participación, temiéndose lo peor, pero esas llamadas, visto lo visto, de poco han servido.

El desapego de un porcentaje importante de la población es un fenómeno mucho más preocupante que la pírrica irrupción de Vox con un escaño en el Parlamento de Gasteiz, pero a esta circunstancia se le dedica en los medios muchísimo más espacio que a la gigantesca abstención registrada en el día de ayer. Esperemos que a partir de mañana los partidos y coaliciones concedan la importancia que tiene al fenómeno. De no corregirse, nos podemos encontrar en el futuro con porcentajes de participación por debajo del 50%, lo que sería un primer paso para el derrumbe político del tinglado.

Todos ganan

Como siempre que hay elecciones, todos los partidos han ganado. Es la canción de siempre. En realidad la única formación que ha logrado más votos, aparte de VOX que era marginal, ha sido EH Bildu, que en un escenario de abstención altísima ha reunido más votos absolutos que en 2016 (+23.516). El dato positivo se compensa con la imposibilidad de desbancar al PNV de Ajuria Enea. Un tripartito con el PSE-EE y Elkarrekin Podemos daría en cifras de parlamentarios (38), pero sería un artefacto político ingobernable. El partido de Idoia Mendia necesita recorrer un buen trecho para poder aceptar compartir gobierno con Bildu y  en el caso de Elkarrekin Podemos, no es de fiar, porque se asemeja cada vez más a un suflé a punto de volatilizarse.

Por lo tanto nos esperan otros cuatro años de más de lo mismo, de gobierno de coalición PNV-PSE, con Urkullu al mando. Será tarea de EH Bildu conformar una alternativa creíble a ese eje político central en la CAPV. Una alternativa que no puede pasar por convertirse en un PNV-bis para progres, sino que debe profundizar en políticas de defensa del común, de la sanidad y la educación públicas, de los servicios sociales, del rechazo a las grandes infraestructuras megalómanas y despilfarradoras, de políticas fiscales reequilibradoras y, en definitiva, en defensa de las clases trabajadoras y populares de este país. 

Para ello es menester un crecimiento orgánico, sin necesidad de OPAs a otras formaciones. En ese enorme nicho de la abstención están los votantes que necesita EH Bildu para disputar al PNV la gobernabilidad de la CAPV. No hay atajos, sino trabajo, trabajo y trabajo. ⧫.  

1 comentario:

  1. Bueno, todo eso que propones está planteado...acabar con el clientelismo del PNV. Exigir oposiciones transparentes en la administración y acabar con los cientos de empresas “públicas” donde TODOS los puestos son a dedo.

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