Hace 30 años, cuando el procés vasco se encontraba en su periodo álgido, nadie se acordaba de la situación de Catalunya. Es más, desde Euskal Herria se llegaba a minusvalorar lo que allí acontecía, debido fundamentalmente al pactismo protagonizado por el honorable Jordi Pujol. Ahora, en cambio, la vicisitudes del procés catalán tienden a llenar el vacío de la falta de proceso en Euskal Herria, al menos a primera vista.
Ni lo de hace 30 años estaba bien, ni es sostenible la actual Catalunya-dependencia. Todo debe ir en su justo término, porque de lo contrario podemos confundir muy fácilmente deseos con realidad. Doy por sentado que quien esto lee está informado de lo que ocurre en la conurbación barcelonesa, así que no insistiré en ello. Tan solo decir que el bloque soberanista, con sus contradicciones, ha ido bastante más lejos de lo que uno presumía. Tal vez al final se han dejado llevar más por el corazón que por la razón y han dejado el timón a Madrid, cuando pudieron seguir al mando unos meses más. En fin, habrá opiniones para todos los gustos sobre ello.
Lo que quisiera comentar son algunas notables diferencias entre Catalunya y Euskal Herria, diferencias que conviene tener en cuenta a la hora de analizar la situación de allí y de aquí.
2017/10/29
2017/10/19
La clave está en el 5, no en el 155
El género humano se caracteriza, entre otras cosas, por querer hacer complicado lo simple. Nos debe gustar acumular dificultades, una encima de la otra, hasta convertir un problema fácil de resolver en un primer momento, en un jeroglífico indescifrable. Pese a que nos aproximamos al punto de saturación en el asunto de Catalunya, vuelvo en forma breve al mismo. Ya sé que por aquí se ha hablado de una chocante Republica Confederal de Euskal Herria (sic), pero tiempo habrá de hincarle el diente a esa novedosa pieza de ingeniería política.
Llevamos tiempo oyendo la matraca del artículo 155, un texto que por mucho que los expertos constitucionalistas lo afirmen, ni por lo más remoto estaba pensado para ser aplicado en conflictos como el que se vive ahora entre el Reino de España y Catalunya. Todo el santo día escuchamos pronunciamientos a favor y en contra de su aplicación. Y lo peor es que nadie sabe muy bien lo que puede llegar a ocurrir, porque hasta este momento nunca se ha utilizado.
Llevamos tiempo oyendo la matraca del artículo 155, un texto que por mucho que los expertos constitucionalistas lo afirmen, ni por lo más remoto estaba pensado para ser aplicado en conflictos como el que se vive ahora entre el Reino de España y Catalunya. Todo el santo día escuchamos pronunciamientos a favor y en contra de su aplicación. Y lo peor es que nadie sabe muy bien lo que puede llegar a ocurrir, porque hasta este momento nunca se ha utilizado.
2017/10/07
La lucha de clases en Catalunya
Confieso que nunca esperé que el bloque soberanista hubiese llegado tan lejos en su empeño por librarse de la influencia de Madrid en Catalunya. Siempre creí que una coalición de fuerzas heterogéneas, desde el Partit Demòcrata hasta la CUP, pasando por Esquerra Republicana y las asociaciones cívicas y culturales, no iba a dar tanto de sí, ni que el señor Puigdemont, heredero imprevisto del legado de Artur Mas, fuera capaz de mantener el pulso durante tanto tiempo.
Ya dejé escrito en el anterior comentario que mi coincidencia con la estrategia del citado bloque no es unánime, que estimo que hay cuestiones que no se han llevado bien y que ahora, tras el referéndum semiabortado del uno de octubre, se empiezan a ver con mayor nitidez. Tengo serias dudas de que la vía unilateral traiga los frutos apetecidos y entiendo que basar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en los resultados de una consulta en la que no ha participado ni siquiera el 50% del censo total de catalanes sea un acierto. Es verdad que la intervención policial impidió que la participación fuese mayor, pero hay que reconocer que los resultados no son los satisfactorios que debieran ser, pese a ese 90% de síes en las urnas.
Ya dejé escrito en el anterior comentario que mi coincidencia con la estrategia del citado bloque no es unánime, que estimo que hay cuestiones que no se han llevado bien y que ahora, tras el referéndum semiabortado del uno de octubre, se empiezan a ver con mayor nitidez. Tengo serias dudas de que la vía unilateral traiga los frutos apetecidos y entiendo que basar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en los resultados de una consulta en la que no ha participado ni siquiera el 50% del censo total de catalanes sea un acierto. Es verdad que la intervención policial impidió que la participación fuese mayor, pero hay que reconocer que los resultados no son los satisfactorios que debieran ser, pese a ese 90% de síes en las urnas.
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