La gran novedad es la entrada en el hemiciclo de Elkarrekin Podemos, si bien no con la fuerza que le vaticinaban las encuestas y con muchos menos votos que los obtenidos el pasado junio en los comicios estatales. Su campaña no ha sido buena y su candidata no ha conseguido asentarse, ni atraer votos ajenos, como parecía vislumbrarse de su designación. EH Bildu ha logrado algo más que salvar los muebles, quedando en segundo lugar, pero a considerable distancia del PNV (175.000 papeletas). Ha recuperado el pulso, que no es poco tras los anteriores tropiezos, pero su aspiración de convertirse en fuerza política central está muy lejos de cumplirse, incluso más alejada que en 2012. Tendrá que espabilar si quiere seguir siendo una pieza determinante en el tablero político vasco.
El PSE-EE ha cosechado un mal resultado, uno de los peores de su historia, desangrado por Podemos y sus luchas intestinas. Dice Eguiguren que se ha quedado en la etapa anterior, la de la violencia se entiende, y puede que tenga razón. Al parecer la lucha contra ETA daba sentido a su trayectoria, ahora se sienten descolocados, condenados a apuntalar el poder creciente del PNV a cambio de casi nada.
El PP ha logrado un resultado decente, perdiendo un solo escaño. Gracias a los votos cosechados en Gasteiz y a la figura de Alfonso Alonso. Siguen hacia abajo y pierden relevancia. Se consuelan con igualar en diputados al PSE-EE y con la debacle de Ciudadanos, que no ha podido revalidar el diputado que tenía UPyD. Nadie se lamentará por ello.
Ortuzar, Urkullu e I. Atutxa. www.naiz.eus |
Ahora viene el momento de los pactos de cara a la investidura, al carecer el partido más votado mayoría absoluta en la cámara. Se dibuja, de nuevo, una entente de legislatura entre el PNV y el PSE-EE, que sumaría 38 escaños, suficientes para asegurar la gobernabilidad sin grandes tropiezos. El único problema es el papel que jugaría el partido de Idoia Mendia, que ha visto reducida su representatividad a casi la mitad, y lo que es peor, vive una crisis interna a nivel estatal desconocida hasta el momento. El PSOE está abierto en canal y Mendia se posiciona con el bando de Pedro Sánchez, probable víctima principal de la guerra interna desatada desde Sevilla por la pareja Susana Diaz-Felipe González.
Hay otras opciones, por supuesto, pero ninguna de ellas satisface a la dirección peneuvista, que no quiere saber nada de acuerdos estables con Podemos y mucho menos con EH Bildu. Los portavoces de Elkarrekin Podemos han manifestado su intención de hacer una oposición firme y responsable al ejecutivo que lidere Urkullu, mientras que EH Bildu mantiene su apuesta, más formal que de fondo, de un tripartito junto a PNV y Podemos, una especie de gobierno a la navarra, en el que el partido de Sabin Etxea ocuparía el puesto de Geroa Bai, en una traslación que se antoja forzada.
Como señuelo para dar juego en ruedas de prensa y entrevistas puede estar bien, pero como argumento político no tiene mucho recorrido. Las diferencias en materia socioeconómica entre el PNV y las otras dos formaciones son sustanciales. O al menos eso es lo que creo yo, aunque puedo estar equivocado y todo se pueda conjuntar en una especie de emplasto socialdemócrata a la vasca.
Sostiene Arnaldo Otegi que nos encontramos ante una gran oportunidad ya que 57 de los 75 parlamentarios defienden el derecho a decidir de los vascos de la CAPV. Yo no lo tendría tan seguro, porque una cosa es que las direcciones de esos tres grupos políticos hayan declarado su asunción del derecho a decidir y otra muy distinta que todos sus seguidores, en bloque, fueran a seguir esa consigna en una hipotética consulta ciudadana. Estoy seguro que una parte importante de los 400.000 apoyos logrados por el PNV no están por la labor de dar pasos en un camino soberanista consecuente. Idéntica percepción tengo respecto a buena parte de los votantes de Podemos. En el caso de las gentes de EH Bildu se supone que esa querencia es consustancial.
Entrevista completa. |
Por lo tanto, bien está proclamar la existencia de 57 soberanistas en el parlamento, una mayoría aplastante. Ahora bien, la clave es que esa mayoría se concrete en una consulta vinculante gracias al apoyo de las personas que emiten su voto en una urna. Una cosa es teorizar sobre el derecho a decidir, que no pasa de ser un eufemismo conceptual, y otra muy distinta ejercer el derecho de autodeterminación como pueblo adulto y responsable de su destino. Pasar de un derecho a decidir virtual, cara a la galería, y declarado con la boca pequeña en algunos casos, a la asunción completa y efectiva del camino hacia la soberanía nacional. Y eso, en este preciso momento, son palabras mayores.
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