2016/09/20

Votar o no votar

Elecciones municipales y forales, estatales (dos veces), autonómicas... El carrusel parece imparable, el hastío crece por momentos, pero al final muchos nos acercamos al colegio electoral, con más pena que gloria, y depositamos la papeleta de nuestra preferencia en la urna. Viene esta reflexión a cuento de una conversación con un viejo revolucionario, un tanto desencantado, que hace unos días me comentó la conveniencia de empezar a debatir la legitimidad política del no voto, de quedarse en casa el día de autos.

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Uno, que bebe en la tradición ideológica libertaria, tiene querencia por el boicot a los procesos electorales, pero al final suele pesar más en la decisión final la utilidad de emitir el voto y sumar granos al granero más cercano a sus expectativas vitales. Al fin y a la postre, la misma CNT favoreció en febrero de 1936 el voto a un Frente Popular en el que no figuraba como tal organización, pero que incluía en su programa una amnistía general. Tenía muchos presos la CNT y por facilitar su salida de las prisiones dejó a un lado su purismo abstencionista y se mojó.

Los tiempos van cambiando la manera en que uno afronta una nueva campaña electoral. En los primeros años, tras décadas de dictadura, todo parecía nuevo, rompedor, estimulante. Hasta el PSP de Tierno Galván parecía revolucionario. Ahora, en cambio, casi todo sabe a rancio, a cosa sabida, a refrán usado. Faltan ideas que levanten pasiones. Las diferencias entre unas ofertas electorales y otras se desdibujan. A los mitines tan solo acuden los convencidos y a las candidatas neófitas, casi todas mujeres -ya era hora- les cuesta arrancar, aunque vienen acompañadas de un viento fresco que se agradece.

Las campañas electorales se antojan largas, excesivas. Habría que acortarlas por el bien de la gente y como medida de ahorro, pero no se pondrán nunca de acuerdo los responsables de las mismas. El sistema, a remolque, funciona y quienes lo cuestionan acaban pisando sus alfombras tarde o temprano. Y lo que funciona, no se cambia.

Los políticos se empeñan en afirmar que nos jugamos mucho en estas elecciones, pero en realidad no nos jugamos tanto. Los que sí se juegan, y mucho, son algunos de los candidatos y candidatas, que de no sacar unos resultados presentables pueden ver en peligro sus carreras políticas. Ellos y ellas sabrán. 

Pero lo sustancial es que, sean cuales sean los resultados, casi todo pasará por la voluntad que exprese el partido de Urkullu, a quien todas las encuestas otorgan una mayoría relativa en el Parlamento de Gasteiz. Con cinco grupos parlamentarios a la vista, las alianzas postelectorales son fundamentales. El PNV puede apuntalar su mayoría con el PSE-EE y/o el PP. Eh Bildu plantea acuerdos transversales con EAJ y Podemos que no parecen muy viables. El Partido Socialista va a tener muy poco margen de maniobra y un acuerdo entre Bildu, Podemos y el PSE parece un tanto extravagante, aunque puedan dar los números.

Al final, como casi siempre, la centralidad política de la CAPV pasará por Sabin Etxea, guste o no guste, ya que ese partido se ha ido convirtiendo en el rompeolas de todas las frustraciones ajenas. Nacionalistas de siempre se juntan con nacionalistas 2.0, a quienes se suman gentes escaldadas por la corrupción del PP, votantes del PSOE desencantados y cierto entorno de EH Bildu que conecta más con el supuesto centrismo de Urkullu que con la deriva más social de Miren Larrion. 

De independencia hablaremos en otra ocasión, porque es evidente que en esta coyuntura no parece haber suficiente energía popular para tirar de ese carro. El actual lehendakari ya lo ha dejado claro en varias intervius. Son cosas del siglo XIX que no del siglo XXI en el que nos movemos. Pero el domingo no se vota sobre la independencia, al menos de forma expresa. Yo, como la CNT en el 36, usaré la papeleta para aportar en el granero más cercano a mis inquietudes. Quedarse en casa, por muy cabreado que se esté, tampoco soluciona nada. Aunque cada cual es libre de hacer lo que le dicte su conciencia. Faltaría más.

   



1 comentario:

  1. Me parece que Urkullu es un mal visionario, decir que la Independencia no son cosas del siglo XXI a los 16 anys de empezar el siglo me parece muy atrevido.
    De cualquier forma pq lo diga una persona, aunque se diga Urkullu, o a pesar de Urkullu, a mi me la trae al pairo.La independencia es una meta de los pueblos oprimidos, se diron en el siglo XVIII, en el XIX y tambien en el XX. Y se daran en el XIX..., la proxima Nueva Cakledonia¡

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