Todavía se pueden apreciar en un faldón destacado de su página web los logotipos de Caja Vital, Kutxa, BBK y CAN. Un más que entrañable faldón, sin duda. Lo que ocurre es que de esos logotipos solo quedan las sombras, porque las entidades que en su momento les dieron vida, han desaparecido como agentes activos en el mapa bancario vasco-navarro. Es verdad que todas ellas subsisten como fundaciones, pero no es lo mismo.
La Caja de Ahorros de Navarra, presidida por mucho tiempo por el mismo presidente de la Diputación navarra, Miguel Sanz, y politizada hasta el hartazgo de la mano de UPN y PSN, se ha convertido en una franquicia de La Caixa, entidad catalana que se ha hecho con un buen pellizco del ahorro de la comunidad foral a un precio ciertamente barato. De la gestión nefasta que sufrió la entidad en sus últimos años, con operaciones de expansión bajo el paraguas de la Banca Cívica, mejor ni hablar.
Caja Vital, BBK y Kutxa han pasado a integrar el llamado Kutxabank, un banco con aspiraciones de hacer carrera propia en el mercado financiero, dejando cada vez más a un lado el supuesto interés social de sus hasta ahora accionistas únicos. Por el momento ha quedado aplazada la entrada de inversores institucionales, pero llegarán, sin duda. Y Kutxabank pasará a ser una entidad financiera vasca tan solo porque su sede social se mantendrá en Bilbao, como la del BBVA o Iberdrola, entidades ambas que de vascas tan solo conservan ese pequeño detalle para nostálgicos. Sus estrategias para nada tienen en cuenta la existencia de una nación llamada Euskal Herria.
Por lo tanto, de aquellas cajas de ahorro vasco-navarras, creadas para canalizar el ahorro popular y para ser una alternativa a los bancos comerciales, entidades centradas en la obtención del máximo beneficio, tan solo nos queda Kutxabank, que no tiene los fines de las entidades que fundaron el banco, sino que se ubica en el espacio bancario tradicional.
Se habla estos días mucho del feo asunto protagonziado por Mario Fernández y Mikel Cabieces y de la astronómica subida de sueldo del flamante nuevo presidente de Kutxabank, Gregorio Villalabeitia, temas que son trascendentes y que muestran que la entidad, lejos de dar lecciones de transparencia y ética, se adentra cada vez más en terrenos pantanosos, homologándose así con el resto de bancos.
Pero hay otro asunto transcedental del que muy poco se habla. Durante años las entidades que integraban la FCAVN mantuvieron un pacto de no agresión por el cual no se hacían la competencia en los territorios vecinos. Es decir, Kutxa no abría oficinas en Nafarroa Garaia, y a cambio la CAN se comportaba de igual modo respecto a Gipuzkoa. Aquellos pactos no escritos fueron en su día denunciados, ya que contravenían la legalidad del propio mercado.
En este momento aquellos acuerdos se encuentran derogados, casi tanto como sus propios firmantes. Pero el caso es que debe de existir alguna razón para que Kutxabank no actúe en Nafarroa Garaia como lo hace en el resto de territorios vasco-navarros. Es más, actúa, a la hora de abrir oficinas, con un criterio que, cuando menos, resulta errático.
Mientras en Bizkaia mantiene 210 sucursales, en Gipuzkoa 144 y en Araba 80, en Nafarroa Garaia tan solo tiene 11 oficinas abiertas, seis de ellas en Iruñea, 2 en Burlata y una en Alsatsu, Tudela y Barañain. Dirán algunos que es algo normal, ya que las cajas que conformaron Kutxabank apenas mantenían oficinas en territorio navarro. Es cierto, pero aún considerando a Nafarroa Garaia como terreno ajeno al concepto de Euskadi de Kutxabank, que no de la FCAVN, el número de oficinas es ridículo. Basta compararlo con las 10 que mantiene en Zaragoza, las 13 de Cantabria, las de 17 de Alicante, las 22 de Valencia, las 32 de Barcelona o ¡las 87! que tiene abiertas en la provincia de Madrid.
Desconozco el criterio que Kutxabank utiliza para abrir nuevas oficinas. Supongo que tendrá en cuenta la rentabilidad y la mayor o menor afinidad de la población con su perfil de entidad vasca. Se utilice un criterio u otro, o los dos, es evidente que Nafarroa Garaia existen oportunidades evidentes para competir frente a entidades como La Caixa, el BBVA o Santander. ¿Por qué no se hace?
Además, si solamente se aplicaran criterios de rentabilidad, ¿hubiera sido prudente la adquisición de CajaSur por parte de BBK? ¿Ha sido rentable la compra? CajaSur era una en manos de la iglesia católica de Córdoba que se hallaba quebrada y que ha costado a Kutxabank innumerables dolores de cabeza y un sinfín de contratiempos. La respuesta la tendrá en su cabeza Mario Fernández, cerebro de aquella operación, impulsor de la creación de Kutxabank y de su actual deriva bancaria, y ahora de visita en los juzgados por sus amistades peligrosas.
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