Una reunión informal de amigos. Surge, como no, el asunto de la corrupción rampante que asola al Estado español: Bárcenas, Pujol, Eres, Bankia, Gurtel... Todo el mundo se harta en decir las mayores burradas sobre los presuntos corruptos, ya sean del PP, del PSOE, de IU o de CiU. La unanimidad se termina cuando surge, casi de refilón, algún asunto ocurrido en la tierra de los vascos. Pues mira tú que aquel senador del PNV, sí el que tenía un hermano en la Hacienda de Gipuzkoa, que por cierto ardió de forma muy extraña... Uno de los contertulios, un tanto molesto, pronuncia las frases de rigor. No vas a comparar una cosa con la otra, aquello ya se aclaró. Esas cosas (las de Madrid y Sevilla) aqui no pasan, los vascos somos gente seria y muy honrada. Que conste. Y ahí se acabó la pacífica reunión de amigos.
Ese pensamiento está muy extendido por el país, y no solo entre personas que simpatizan con el nacionalismo moderado. Nos gusta exhibir la honradez intrínseca del autóctono, en comparación con la profunda alma corrupta del forastero. Si ellos gastan costumbres pícaras italianas, nosotros vamos más con los estrictos alemanes. Pero no es verdad.
Cierto es que por estos pagos no se han dado casos tan pornográficos como el de las llamadas tarjetas black de Caja Madrid, pero este mismo viernes tiene que ir a declarar al juzgado el ex presidente de Kutxabank, antiguo director de los servicios jurídicos del BBVA y ex vicepresidente de Eusko Jaurlaritza. Se trata de un asuntillo menor, por supuesto, y además el dinero, supuestamente mal empleado, ha sido devuelto con prontitud. Mario Fernández está muy molesto con las insinuaciones de pagos indebidos a un tal Mikel Cabieces, personaje que lleva décadas en puestos de mayor o menor rango del PSOE. Seguro que todo se aclara y se queda en nada. Seguro.
Pero este último episodio de Kutxabank, feo para ser digerido con facilidad por el piadoso señor Urkullu, no es sino eso, un último episodio, de entre los conocidos. La lista es bastante larga y no merece la pena malgastar espacio en ella, pero ahí van algunos affaires: CAN de Nafarroa, Epsilon, Hiriko, Guggenheim Museoa, Hacienda de Bizkaia, caso de Miguel en Araba, Hacienda de Gipuzkoa, Kutxa&Mediterráneo, Bidegi, Ayuntamiento de Alonsotegi...
De vez en cuando conviene desmontar algunos tópicos que en nada nos favorecen. Hay que reconocer que no tenemos, como los catalanes, a un ex lehendakari con fondos ocultos durante décadas en un paraíso fiscal. Tan lejos no se ha llegado, pero tampoco es que estemos libres para andar tirando piedras contras cristaleras ajenas. En Euskal Herria también hay corrupción.
POSTDATA (2015-2-6): Mario Fernández se escuda en la lucha contra ETA del señor Mikel Cabieces para justificar el apaño. Patético resulta que no se le ocurra una razón más creíble que la siempre utilizada por los de siempre. Pero es que, si toda su actuación fue tan legítima, para ayudar a un ex delegado del Gobierno español en apuros, ¿por qué devolvió la suma al instante?
Por otra parte, es seguro que ni PNV ni PSOE accederán a abrir una comisión de investigación sobre el caso, ya que ambos partidos podrían salir malparados. Al final es un capítulo más del uso discrecional del dinero público que algunos se empeñan en utilizar somo si fuera de su propiedad. Si tantas ganas tenía Fernández de ayudar al señor Cabieces, que lo hubiera hecho con su propio dinero, no con el de Kutxabank, o sea, con el de todos.
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