El primer paso que siempre se debe dar para superar una situación determinada, consiste en reconocer la realidad de la misma en todo su alcance, sin tapujos. Dejar de enmascararla, difuminarla, edulcorarla. Los políticos de este país -de todos los colores- están demasiado acostumbrados a la utilización de un lenguaje críptico, una especie de metalenguaje para expertos en análisis del discurso, que muchas veces no llega al común de la población.
Es habitual la utilización de ciertos fetiches expresivos que sirven lo mismo para un roto que para un descosido. Términos como proceso, participación, diálogo, autocrítica, daño causado, ciudadanía o pueblo son empleados con asiduidad por tirios y troyanos. El abuso de los mismos hace que pierdan parte de su significado, que se vayan desgastando como los puños de las camisas y los brillos de las pulseras baratas.
Luego resulta que donde dije Diego debe decir digo; donde se leía lucha institucional se pronuncia gestión participativa; donde se hablaba de derecho a decidir se refiere a estatus autonómico; donde se encartelaba paz, se grita amnistía; donde se proclamaba huelga general se trata de un paro de 24 horas... Y así hasta quedarnos hartos.
[Continuará]
@joxerrabustillo
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