Gari Garaialde | Argazki Press
La escandalosa redada perpetrada por las fuerzas policiales del Reino de España contra diez ciudadanos de Wasconia es una provocación en toda regla y pretende, entre otras cosas, dificultar la capacidad de iniciativa política de la izquierda independentista. Hay que volver a decir en voz alta que Arnaldo, Rafa, Rufi, Sonia, Arkaitz, Txelui, Mañel, Amaia, Miren y Ainara trabajan por la paz y la democracuia para este país. Ese es su gran delito.
La lectura que ha hecho de esa acción represiva la mayoría sindical vasca confirma la tesis del ataque directo a una inminente propuesta de futuro, así como los pronunciamientos de Aralar, EA o el propio Joseba Egibar, la voz que clama en el desierto jelkide, tal vez pretendiendo que un alma buena salve al resto del rebaño, como en el episodio bíblico.
Por si alguien seguía albergando dudas sobre el trabajo político que estaban realizando los ahora incomunicados, es la propia detención la mejor prueba de que lo que preparaban no gustaba al Estado español. Y no gustaba porque una apuesta en positivo, de calado, por parte del grueso de la izquierda independentista, puede suponer a corto plazo el derrumbe del castillo de naipes que han levantado en nuestro país PP-PSOE-UPN.
Floren Aoiz se preguntaba hoy en la prensa a quién beneficia la actual dinámica. La respuesta es clara, a los Estados que nos dominan. Por lo tanto es necesario un cambio de ciclo que permita sumar fuerzas en torno a una propuesta soberanista de amplio espectro, de raíz progresista, que aspire a liderar esta nación, este pueblo maltratado durante tanto tiempo.
Es probable que la provocación de Igara lleve a las mentes de muchos independentista la idea de respuesta. Incluso de venganza. Es humano pensar en esos términos, pero no es inteligente. Lo que cabe hacer en estos momentos es mantener la agenda que estaban ya marcando los ahora detenidos, en el camino hacia la consolidación de una alternativa política soberanista y de izquierdas. No es momento de mirar atrás, ni de detenerse en episodios históricos que ya no nos sirven.
Es momento de mirar hacia adelante, sin miedos, y decirle al mundo que el pueblo vasco, la mayoría de sus ciudadanos, desea la soberanía, y que ante ese deseo, esa reivindicación politica, plenamente democrática y pacífica, no valen más detenciones, ni leyes de partidos, ni apartheids. Ni siquiera vale el envío de tanques o ejércitos. Si este pueblo es capaz de aunar sus voluntades soberanistas, que a día de hoy son muchas, no hay Rubalcaba que lo pare.
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