2007/09/13

Imaz es pasado, hablemos de Urkullu

La huida del escenario político vasco (y español) del alquimista Jesús Juan Imaz no debe confundir a la opinión pública. Pocas horas después de la escenificación, vía Prisa, sesudos analistas políticos se precipitaban al vacío, anunciando males terribles para España, así como la victoria irremediable de la vía soberanista en el viejo partido de los hermanos Arana. Pero las cosas no son tan sencillas. Ni hace dos días Egibar estaba KO, como se ha visto, ni ahora los negociantes jelkides han sido derrotados.

Las declaraciones contemporizadoras de Egibar, insistiendo en que las aguas revueltas en ningún caso iban a poner en riesgo la unidad del partido se ven confirmadas con la marcha, dando un portazo, de Imaz. Todos los que tienen poder en el PNV saben que lo peor que les puede pasar son otros cuatro años de luchas intestinas. Los últimos cuatro han sido suficientemente nefastos para sus mutuos intereses, como para correr el riesgo de repetirlos.

Las bases para una recomposición son claras: Amagar y no dar en la ponencia política. Música que halaga los oídos pero que es imposible que pueda ser interpretada por semejante orquesta. Candidatura unitaria en la que no estén ni Imaz, ni Egibar. Ensalzamiento de la supuesta vía intermedia de Urkullu y cierre de filas, dejando en el cajón los dossieres que ambas tendencias pensaban esgrimir para destrozar al contrario en el periodo electoral interno que se caba de abrir. Con las cosas de jugar no se juega.

Giuseppe di Lampedusa dejó escrita la fórmula mágica para estas situaciones: "Algo debe cambiar para que todo siga igual". Y en esas estamos, mejor dicho están, los dirigentes jelkides que arropan a la nueva esperanza blanca: Iñigo Urkullu. Un político de perfil oscuro, parapetado siempre detrás de otros, prudente hasta la extenuación, que ha hecho toda su vida política dentro de las filas nacionalistas, desde su temprana incorporación a Euzko Gaztedi. Son conocidas sus fobias contra la izquierda abertzale, su camaleonismo y su afán de poder. Hace cuatro años desechó postularse contra los hombres de Arzalluz por una sola razón: su miedo a perder. Maniobró para que saliera Imaz, al que ha sostenido desde la sombra hasta que le ha sido posible. Los tres artículos en el "El País" con misiles de profundidad contra la izquierda abertzale, el soberanismo e Ibarretxe, acompañados de cantos de esperanza y amistad hacia España, han sido una carga demasiado pesada para las anchas espaldas del de Alonsotegi.

Ha llegado su momento. Tendremos unos días de análisis sobre lo que quiso ser y no fue Imaz, pero estaremos perdiendo el tiempo una vez más. Lo que resulta importante es analizar a Urkullu, establecer los apoyos con los que cuenta y averiguar qué pasos está dispuesto a dar. Probablemente intenté diseñar una estrategia de equidistancia entre el PSOE y la izquierda independentista, atrayendo a Aralar a su redil y manteniendo la alianza con EA y EB. Otra cosa es que lo consiga. Y, por supuesto, de consulta nada de nada. Al menos, en las actuales circunstancias, que por otra parte no parece que vayan a cambiar de aquí al final de la legislatura autónomica.

Es cierto que algo ha cambiado. El obstáculo para una solución negociada que representaba Imaz ha sido superado. Pero un hombre, por muchos idiomas que domine, no hace a un Partido, y éste, con maýuscula si se quiere, no va a adentrarse es más aventuras políticas en mucho tiempo, pese a lo que pueda pretender el desnortado Ibarretxe.

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