
El pasado lunes la Fiscalía General rusa dio a conocer el curso de la investigación sobre ese crimen político, que implica a agentes de policía retirados y a un miembro activo de los servicios secretos. El Gobierno de Putin no paga a traidores y airea ahora este espantapájaros para hacernos creer que el estado de derecho sigue en pie en la Federación Rusa, cuestión cada día más dudosa.
Sean o no los autores del crimen los arrestados, nadie puede ignorar que los artículos de Anna en Nóvaya Gazeta ponían al descubierto las tramas corruptas del Estado en Chechenia, las torturas sistemáticas contra la población y las continuas violaciones de derechos humanos perpetradas por las tropas gubernamentales. Era una voz insoportable que había que silenciar. Y así se hizo. Lo demás es anécdota.
Está bien que los brazos ejecutores del crimen paguen su culpa, pero los autores intelectuales están mucho más arriba y van a seguir tranquilos. Nadie se va a atrever a tocarlos. Los señores X no deben temer por su futuro, ni en Rusia ni en España.
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