El primer ministro escocés, Alex Salmond, es un hombre de palabra. Anunció que presentaría un proyecto para consultar al pueblo sobre el futuro de las relaciones de Escocia con el Reino Unido y pàsados menos de cien días desde su toma de posesión ya tiene la papeleta preparada. A eso se le llama eficiencia en el trabajo. Compare el lector esa secuencia de hechos con la protagonizada por el primer ministro de la Navarra Occidental, Juan José Ibarretxe, que lleva años hablando de una consulta pero todavía no ha presentado ninguna papeleta. Imaz sabrá las razones, probablemente.
Pero volvamos a Escocia. Ya comenté en una entrada anterior, que Escocia lleva sin soberanía desde 1707 y sin monarca propio desde 1603. Durante cien años compartió monarca con el Reino Unido y al final cedió su soberanía a cambio de un mejor trato económico y comercial con Inglaterra, asunto entonces de gran interés para Escocia, que atravesaba una profunda crisis económica. Ahora, en cambio, tiene yacimientos petrolíferos en el Mar del Norte, y si recupera la soberanía puede pasar a ser uno de los estados más prósperos de la Unión Europea.
No se pueden minimizar las dificultades que le van a surgir al Partido Nacional Escocés y a su líder en el camino hacia la consulta -gobierna en minoría-, pero si logra hacer efectivo el referéndum, habrá ganado la batalla principal aunque no alcance el 51% en las urnas, que eso está por ver. Si los escoceses manifiestan en una consulta oficial su postura respecto a mantener la autonomía o alcanzar la independencia, ya habrán demostrado lo fundamental: que son un pueblo sujeto de derecho y que ellos tienen la potestad de decidir.
Lo más admirable de todo este proceso es que la metropólis, Londres, no se toma el anuncio como una afrenta, y eso que Gordon Brown es también escocés, sino que lo asume como un hecho político del que habrá que tratar de ahora en adelante con la mayor naturalidad. Se posicionarán en contra de la independencia, eso seguro, pero si tienen tan claro que esa opción es descabellada, aceptarán que en 2010 se consulte a la población, confiados en su "no". Ya me gustaría a mí que Rodríguez Zapatero o Sarkozy fueran el 10% de demócratas que los brítanicos en este tema, porque hoy por hoy, para nuestra desgracia, se encuentran a años luz
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