2023/12/03

El maestro y el alumno

El bombardeo diario de información ataca nuestra resistencia natural y consigue que, en muchas ocasiones, aceptemos lo que nos dicen sin dedicarle dos minutos de reflexión. Ocurre que cuando una empresa, un equipo de fútbol o un partido político sufren desgaste en su gestión, se recurra al tópico del rejuvenecimiento de las personas responsables para darle una solución. Lo que se conviene en denominar un relevo generacional. Culpar a la edad del protagonista de su mala gestión es una opinión muy común. Se necesita gente más joven, con más energía, para dirigir el equipo, se anuncia a bombo y platillo. 

Andoni Ortuzar, Imanol Padrales e Iñigo Urkullu. Foto: rtve.es

En los dos últimos procesos electorales que hemos vivido este año, las candidaturas del PNV han sufrido un claro retroceso, aunque tampoco se puede hablar de descalabro. El ejercicio del poder, los conflictos sociales, los propios errores, han podido tener parte de culpa en ese desgaste. Sin embargo, el máximo responsable del partido jeltzale se amarra al relevo generacional como fórmula mágica para solucionar los problemas. 

En ese marco se entiende la decisión de la ejecutiva del PNV de no intentar un cuarto mandato del actual lehendakari y depositar su confianza en un desconocido alto cargo de la Diputación de Bizkaia, con el objetivo de que el partido siga controlando Ajuria Enea. El análisis de Andoni Ortuzar es muy simple. Hay que abrir un ciclo de otros 12 años en el poder, Iñigo Urkullu (62 años) está mayor para ese propósito y por lo tanto hay que apostar por personas más jóvenes, como Imanol Padrales Gil (48 años). 

Ahora resulta que los cambios de generación se dan cada 14 años, los que se llevan Urkullu y Padrales. Se trata de una nueva aportación jeltzale a la sociología de este país. La convención es que de una generación a otra pasen alrededor de 30 años. En resumen, que si el problema fuera la edad de Urkullu, que es 29 años más joven que el presidente de Estados Unidos, lo lógico hubiera sido escoger un candidato de treinta y pocos años, cosa que no ha sucedido con el remero de La Sotera.

De todos modos, entrar en la discusión sobre la edad es comprarle el argumento al señor Ortuzar, que ha introducido con cierto éxito en la opinión pública el concepto de relevo generacional, cuando la cuestión principal es otra. Urkullu tiene una edad que le hubiera permitido continuar otros cuatro e incluso ocho años sin mayor problema, si la ciudadanía así lo hubiera refrendado con sus votos.

El problema de Urkullu no es su edad, sino la política que ha desarrollado como lehendakari. Una gestión política que en los últimos años ha estado salpicada por cuestiones conflictivas. Pongamos como ejemplo el caso de corrupción conocido como "De Miguel", con varios altos cargos peneuvistas encarcelados. O detengámonos en el escándalo del vertedero de Zaldibar, un ejemplo de descontrol público que acabó en colapso, con dos trabajadores fallecidos, uno de ellos desaparecido entre los escombros. Pasemos al servicio vasco de salud Osakidetza, que sufre un deterioro evidente, en especial en la atención primaria, pese a la buena disposición de su personal. Observemos la situación de la policía autonómica, descontrolada y convertida en un foco de desestabilización. O los persistentes problemas en el área de Educación, que no va a resolver la nueva ley. O su inquina personal con los sindicatos, objeto de su desprecio en varias ocasiones.

Es evidente que hay razones suficientes para que un segmento del electorado peneuvista le retire su apoyo, aunque sea de forma momentánea, y se refugie en la abstención o incluso en el voto a EH Bildu. Es ese escenario el que pretende evitar la dirección del partido, retirando su confianza a Urkullu y apostando por una cara nueva. Nueva sí, pero con un perfil muy similar al del actual lehendakari. Los dos han sido profesores, los dos son de la Bizkaia occidental, y ambos han tenido relación con la Universidad de Deusto y han ostentado cargos en la Diputación Foral. 

Podemos considerar que el perfil de Urkullu es más político, fue presidente del EBB, y que Pradales es más bien de corte tecnócrata, pero que ha participado en los debates ideológicos del partido en primera fila. Por lo tanto, la gran diferencia entre los dos reside en su edad, 14 años más el lehendakari que el aspirante, y en sus trayectorias deportivas. El primero fue futbolista del Larramendi de Alonsotegi y el segundo remero de La Sotera de Santurtzi. Por lo demás, maestro y alumno. Nada nuevo bajo el sol. ⧫  





















No hay comentarios:

Publicar un comentario