Resulta que lo que parecía iba a ser un "dedazo", al estilo del que ejerció José María Aznar con Mariano Rajoy, se ha ido convirtiendo con el paso de los días en un inesperado ejercicio de democracia interna, desconocido en los territorios de la derecha (y de la inmensa mayoría de la izquierda).
Seguramente la sangre no llegará al río y al final la disputa concluirá con un acuerdo de integración, pero lo visto hasta el momento en el proceso de transmutación del Partido Popular roza con lo inverosímil. Hace unas pocas semanas nadie lo hubiera pronosticado.
El líder absoluto del PP durante tres lustros, la persona que había llevado a cabo un mandato sin apenas oposición interna, es derrotado por una moción de censura y a continuación tira la toalla y abandona la política de forma radical, como no se había visto antes en otros ex presidentes.
Es más, afirma que no se posicionará a favor de ningún posible sucesor y lo cumple a rajatabla. Como que surgen aspirantes como setas, un total de siete, que a la hora de la verdad se quedan en tres con ciertas posibilidades. Tras las votaciones quedan tan solo los más votados, Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. Pero no voy a tratar aquí de esa pugna.
Lo verdaderamente interesante es que en el seno de una formación conservadora, heredera de la franquista Alianza Popular, se produzca una lucha por el control del partido en la que se asomen hasta seis candidatos. Un panorama que difiere con la imagen del todo atado y bien atado que nos ha ofrecido la derecha española en las últimas décadas.
Sin olvidar que tampoco tenemos todos los datos sobre el proceso que se está desarrollando, seguro que muchos se nos ocultan, hay que considerar que se trata de un avance sin precedentes que tendrá influencia en la vida interna de otras formaciones. Ni siquiera en Podemos se ha producido una disparidad de candidatos de semejante magnitud.
Soy perfectamente consciente de que algunos lectores de este blog se quedarán sorprendidos por el contenido de este post, pero lo cierto es que cuando las tripas del Tyrannosaurus Rex se agitan de este modo, el movimiento puede afectar al resto de dinosaurios. La postura fácil es quitarle importancia a lo que está sucediendo, entendiendo que nada tiene que ver con la idiosincrasia vasca. Pero lo cierto es que algunas formaciones de nuestro ámbito están también necesitadas de una oxigenación, llámense primarias o de otro modo, para revitalizar su vida interna, desempolvar mecanismos democráticos y afrontar el futuro con una nueva ilusión en la que la participación de militantes y simpatizantes sea, si no decisiva, al menos más influyente que en la actualidad. El secreto está en pasar de unas estructuras excesivamente verticalizadas a otras más horizontales en las que la toma de decisión de los inscritos sea tenida en cuenta de forma más nítida. ⧫
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