Lecturas vasco-catalanas (2)
Recién pasado otro Aberri Eguna más, sin mayores novedades, me
pongo a la tarea de sacar alguna nueva lección de lo que está aconteciendo en
Catalunya en estos últimos tiempos. A decir verdad, el laboratorio catalán nos
sirve como campo de experimentación de posibles estrategias a desplegar en
Euskal Herria.
Se trataría, en cualquier caso, de superar el actual marco
autonómico vigente, alcanzando un mayor grado de soberanía, que pudiese dar
lugar, en su programa máximo, a la instauración de una República Catalana
independiente. Todo ello circulando por vías exclusivamente pacificas y democráticas,
condición esta última que desde Madrid (Gobierno y Tribunal Supremo) se quiere
poner en cuestión. De seguro que desde Madrid amplificarán los casos de
violencia de baja intensidad hasta convertirlos en casus belli.
El actual procés
catalán es una especie de Plan Ibarretxe 2 llevado a máximos. Mientras que el
lehendakari de Laudio lo llevó por cauces acordes con la legalidad vigente,
Puigdemont y sus socios han desbordado esa legalidad, haciendo uso de la
unilateralidad. Es cierto que no han rematado la faena y han dejado la
situación en modo reposo, pero también lo es que han atravesado por algunos
caminos hasta ahora inexplorados en Euskal Herria.
El proceso impulsado por Ibarretxe se ahogó bastante antes
de que el nadador alcanzase la playa, asfixiado por la observancia estricta de
la legalidad y el no recurso a la movilización popular. El procés aún no está muerto, pero ha
entrado en un bucle melancólico forzado por un lado por el bulldozer
judicial que lidera el juez Pablo Llarena, sumido por el otro en la
inoperancia del bloque soberanista a la hora de conformar un Govern efectivo que se quite de encima
el yugo del 155. Ahí están, para quien quiera examinarlas, las contradicciones existentes
entre la gente más cercana al president,
el PdeCAT, Esquerra y la CUP. Buscar un mínimo común parece, a día de hoy,
tarea imposible.
Sin embargo, el objeto de este apunte es Euskal Herria, no
Catalunya. Pasados ya unos cuantos años (octubre de 2011) desde la toma de
posición de la organización clandestina ETA, desistiendo de la lucha armada,
seguimos sin vislumbrar a medio plazo un proyecto alternativo, sólido y viable,
que nos acerque a ese grado de soberanía que parecen anhelar un amplio
porcentaje de la población. No una mayoría aplastante, desde luego, pero sí un
número considerable de habitantes de EH.
Comprobamos en estos días que el intento desplegado en
Catalunya se estrella contra un Estado español al que se habría minusvalorado y
que atesora herramientas jurídicas y coercitivas (Ejército y fuerzas
policiales) suficientes para sofocar el incendio. De esa constatación debería
partir una reflexión en clave vasca sobre la estrategia a seguir para poder
superar ese muro. Se ha venido a decir, cambiando Vietnam por Catalunya, que
hay que abrir otro frente que obligue al Estado a ceder. Vistos los resultados
obtenidos por el Gobierno español en Catalunya con la aplicación del 155, abrir
ese frente significaría sí o sí, la aplicación del mismo artículo en tierra
vasca. Dos por el precio de uno.
El despliegue de fuerzas ante el 1-O fue masivo. Foto: Elboletin.com |
Por lo tanto, descartada hace tiempo la vía insurreccional,
ahogado en sus propias aguas el Plan Ibarretxe, se quiere insistir en el
ejercicio posible del derecho a decidir como solución mágica al problema. ¿Por
vía unilateral o bilateral? A mucha gente le apetece emprender la vía
unilateral, sabedora de la dificultad añadida de la bilateral, pero si se hace
una consulta semejante a la catalana y ninguna instancia internacional te
reconoce los resultados, estamos en las mismas.
Querámoslo o no, el
papel que juegue la Unión Europea es decisivo y por el momento la mera
posibilidad de un nuevo Estado en el mapa continental les produce urticaria. Amén del mal ejemplo que sería para
otras naciones que aspiran a su vez a ampliar su grado de soberanía.
Finalizo. Da la impresión de que el laberinto catalán no
tiene salida, al menos a medio plazo, y que el bucle seguirá enredándose sin
solución de continuidad. Estamos experimentando en carne ajena un auténtico
sopapo jurídico-policial, amparado por la UE. Si queremos evitar el sopapo
directo en el futuro deberemos construir una sólida mayoría soberanista (+-60%),
que fuerce al Estado a reconocer el resultado de una consulta de
autodeterminación, lo que llevaría a un reconocimiento idéntico por parte de
las potencias europeas. Es un camino largo y tortuoso, que requiere firmeza,
constancia y paciencia, además de convencer a una franja de la población hoy
indecisa. Pero puede que pronto se convierta en el único camino transitable
para lograr ese objetivo. ⧫
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