En los últimos tiempos se ha hablado mucho sobre el enaltecimiento del terrorismo. Más incluso que cuando la organización clandestina ETA practicaba la violencia. Son las contradicciones de vivir en un Estado con una democracia de baja intensidad, por no decir cosas peores.
Pero no voy a escribir sobre el enaltecimiento de la violencia, no tengo ninguna gana de que me persigan por defender la revolución rusa o la cubana, tan violentas ellas, o la portuguesa, en la que apenas hubo actos violentos, más allá de la difusión por la radio de una canción prohibida, Grândola, vila morena, y unos pocos tanques por las calles de Lisboa. Voy a hablar de otro enaltecimiento, el de la violación, a cuenta de la sentencia de la Audiencia de Iruñea sobre la violación múltiple a una mujer de 18 años en los Sanfermines de 2016.
Si anda como un pato, nada como un pato y vuela como un pato, lo más seguro es que se trate de un pato. Luego si toda la descripción de los hechos que realiza el tribunal se asemeja al milímetro a lo que todo el mundo considera que es una violación, es que es una violación. Los argumentos jurídicos que intentan distinguir entre abuso y agresión sexual están sustentados en una ideología machista-patriarcal que es necesario erradicar del ámbito judicial, por supuesto, pero también del resto de ámbitos de nuestra sociedad.
No puede ser que una chica no pueda transitar sola por unas fiestas sin que corra peligro de caer en manos de un comando de depredadores sexuales. Ese no es el retrato de una sociedad libre y democrática. Y mientras los jueces sigan preguntando a la víctima si opuso la debida resistencia al violador, seguiremos sin hacer bien las cosas.
En este caso, el voto particular firmado por el juez de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra, el magistrado Ricardo Javier González González, que defiende en su escrito la absolución de los cinco depredadores, se constituye en sí mismo en un enaltecimiento de la violación, ya que está mandando a los futuros violadores el mensaje de que su agresión sexual les va a salir gratis. ¿Cómo se puede calificar de inocentes a los autores de más de diez penetraciones? ¿Qué tiene que hacer un depredador para que se le acuse de violador por un juez? ¿Degollar a la víctima? ¿Abrirla en canal?
El papel de los otros dos miembros del tribunal es bochornoso, de acuerdo, yo también he firmado por su inhabilitación, pero el del firmante del voto particular refleja una actitud peligrosísima, que bien merecería la apertura de un expediente informativo por parte del CGPJ. Al menos que se estudie si su comportamiento no lesiona de forma grave la imagen del poder judicial y de la Justicia en el Estado español y pone en riesgo a futuro la seguridad de las personas, en este caso de las mujeres. En vez de salir en defensa de la profesionalidad del tribunal, mejor harían el CGPJ y el Tribunal Supremo en reconocer el daño causado a las mujeres y a la sociedad en general, y obrar en consecuencia y sin atisbo de corporativismo.
Por apuntar algo positivo de todo este caso, habría que subrayar la reacción masiva contra la sentencia, tanto en Iruñea, el lugar del crimen, como en otras ciudades y pueblos de Euskal Herria y el Estado español. Una reacción espontánea, reflejo del clima de indignación acumulado por tanta vejación gratuita a las mujeres, que sigue la estela marcada en la jornada de lucha del Día de la Mujer.
Ese Ocho de Marzo histórico, espléndida demostración de que las mujeres quieren gobernar su futuro sin interferencias machistas y patriarcales. Lo único que tenemos que hacer los hombres, abochornados por tanto violador, abusador y homicida de mujeres, es colaborar y dejar paso a lo mejor de nuestra sociedad. Si el fenómeno de la violencia de género está en los niveles que está y las violaciones y agresiones sexuales se multiplican, no podemos quedarnos de brazos caídos. Hay que colaborar, sí, pero con las mujeres en primera línea, marcando los pasos a dar, que, por desgracia, aún son muchos. ⧫
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