Mas e Ibarretxe en el Kursaal de Donostia. Foto: ALC |
Ahora toca Catalunya. Todo pasa por el procés. La plataforma Gure Esku Dago se orienta en buena parte de sus actividades por lo hecho allí por la ANC y Omnium. Nuestros políticos acuden a la Diada, ensalzan las virtudes del proceso catalán (unos más que otros) y hasta tenemos la visita de uno de los personajes clave del asunto, el ex president Artur Mas. Una cierta izquierda queda deslumbrada por las ideas claras del líder catalán, que es presentado en un acto masivo por el ex lehendakari Juan José Ibarretxe. El impulsor de aquella vía Ibarretxe que quedó disuelta como un azucarillo tras la negativa de Madrid a negociar ni siquiera una coma.
Conviene recordar a quienes tanto interpelan a Urkullu sobre el día después del previsible no de Madrid al nuevo estatus, que la respuesta es bien sabida. Ibarretxe plegó velas al minuto siguiente del no, y su famoso Plan quedó guardado en un cajón de Ajuria Enea. Si Ibarretxe, que proclama ahora su soberanismo sin disfraces, se quedó quieto tras el sopapo, ¿qué podemos esperar de un Urkullu que huye del procés catalán como de la peste?
La política-ficción está bien como entretenimiento, pero la realidad es la que es. Algunos seguirán hablando de la potencialidad de movilizar a las bases honestas del PNV en pos de un proceso soberanista y transversal apodado Maltzaga. Llevamos con esa cantinela desde Txiberta. Y no ha dado más de sí que el momento mágico de Lizarra-Garazi. Fuese y no hubo nada.
Otras voces, tan poco sospechosas de izquierdismo, como la de Joxe Elorrieta, hablan de arrancar sin el PNV, articulando una mayoría social progresista, engrosada por la clase trabajadora de este país, que aliente un verdadero proceso soberanista en lo nacional y en lo social. Si el proceso no engarza las dos cuestiones, no avanzará. Pero nadie parece hacer caso al sindicalista de ELA.
Podemos seguir observando a Catalunya hasta el desenlace de su apuesta soberanista, o podemos empezar a poner los cimientos de un verdadero desafío al Estado español, pacífico y de masas, liderado por la izquierda realmente existente, incluidas gentes de los sindicatos de obediencia estatal. O podemos colocar al frente de la manifestación a las dos grandes esperanzas blancas de Euskal Herria y Catalunya. Pero las dos estrategias a un tiempo son incompatibles. Dando por buena la vía catalana, que ya tiene su aquel, ni Urkullu es Mas, ni el PNV es Convergencia, ni la CUP es EH Bildu, ni Euskal Herria es Catalunya. La traslación mecánica de una realidad ajena a los moldes de nuestro país puede ser otro error histórico. Observar sí, aprender también, copiar nunca. Si se quiere avanzar se necesita un modelo propio, un traje a la medida de la Euskal Herria de 2020. ⧫
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