Con los datos que se han ido publicando en las últimas semanas, y respetando siempre la presunción de inocencia de las personas implicadas, se puede deducir, sin exagerar un ápice, que el Partido Popular (antes Alianza Popular) es una máquina de hacer dinero. Dinero blanco, dinero negro, dinero de todos los colores.
El mecanismo, no por antiguo menos eficiente, es bien sencillo y se basa en el poder que tiene el Gobierno de ese partido para hacer y deshacer en materia de contratos, adjudicaciones, obras, concesiones o prestaciones de servicios. La empresa interesada se reúne con el encargado del partido para estos menesteres, el tesorero o el gerente, y le entrega una cantidad de dinero en metálico, por encima de lo especificado en la ley. Parte de esa entrada se declara y parte no, o no se declara nada o se declara todo, según la cantidad de que se trate.
Al día siguiente, el tesorero llama al ministro a al subsecretario pertinente y le dice que fulano ha estado tomando un café en Génova y se ha mostrado muy amable. Ese es el pase necesario para que el Ministerio correspondiente contrate los servicios de esa empresa, le adjudique obras o el mantenimiento de instalaciones, o cualquier otra variedad de operación que implique un ingreso a la misma desde la Administración.
En el camino que realiza ese dinero, se detrae una parte para abonar sobresueldos a los altos ejecutivos del partido y a los empleados más fieles. Otra parte, al parecer bastante sustanciosa, queda en el bolsillo del organizador de toda la trama, en este caso de un tal "Luis, el cabrón".
Dejando a un lado las graves implicaciones éticas de quienes han cobrado dinero negro y se han enriquecido con la mordida, nos encontramos con un problema aún mayor. De confirmarse las informaciones aparecidas, el Partido Popular sufragó su última campaña electoral, en parte o en todo, con dinero ilegal, por lo que los resultados de las elecciones no reúnen la condición de igualdad de oportunidades para todas las listas. El triunfo de Rajoy quedaría, por tanto, cuestionado.
Es más, han aparecido documentos en los que se dice que el local que alberga la sede central del PP del País Vasco en Bilbao habría sido pagado también con dinero negro. Podrían estar implicados antiguos líderes populares como María San Gil, Carlos Iturgaiz o Jaime Mayor Oreja. El ex tesorero del PP afirmó ante el juez que en aquellos años el partido manejaba grandes cantidades de dinero procedentes de donaciones.
La actual presidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga, pronunció hace poco una frase muy bien estudiada: "Mientras unos ibamos a los plenos con las piernas temblando, otros estaban para otras cosas en la política", en clara referencia al ex tesorero de su partido. Quiroga exigió públicamente limpiar la propia casa. Tras saltar el asunto de la sede de Bilbao, además de palabras, deberá realizar algunas averiguaciones internas si quiere seguir gozando de algo de credibilidad.
Va a resultar que los políticos que han sacado pecho exhibiendo su
honradez sin tacha no son sino una cuadrilla de tramposos, sin un mínimo
grado de decencia para ejercer un cargo público. Es posible que todos
ellos intenten ocultar sus pecados negando la mayor por activa y por
pasiva. Sin embargo, parece evidente que el corpus social mayoritario,
aún antes de que el juez dicte sentencia, ha formado ya un veredicto público de
culpabilidad.
Alto y prístino. Falta ponerle el cascabel al Lince.
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