Nos llegan desde Madrid algunos síntomas de crueldad que confirman, no solo el inmovilismo, sino el retroceso en las posturas del PP y aledaños en torno al proceso vasco. La presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Mari Mar Blanco, hermana del concejal de Ermua Miguel Angel Blanco, secuestrado y muerto por un comando de la organización clandestina ETA en 1997, ha concedido una entrevista al diario El Mundo, con motivo del aniversario de la muerte del concejal. Una muerte que, conviene recordar, movilizó a millones de personas en todo el Estado español y sustentó el llamado Espíritu de Ermua.
En la entrevista, el periodista Javier G. Negre, pregunta a Mari Mar Blanco: "¿Qué le parece que Bolinaga se vaya de potes por Mondragón cuando supuestamente está en fase terminal?". La respuesta es: "Repugnante, porque es un asesino que ni se ha arrepentido ni ha perido perdón. Sólo puedo sentir asco". El periodista insiste: "¿Desea su muerte?" y la presidenta de la FVT responde: "Ya sé que es políticamente incorrecto, pero interiormente deseo su muerte".
Las palabras de Mari Mar Blanco no hacen sino corroborar la crueldad mostrada por el fiscal del caso, Pedro Rubira, que tras menospreciar el informe médico realizado por el Hopsital Donostia, donde se trata al preso Josu Uribeetxebarria Bolinaga, ha solicitado más informes, a la espera de que alguno le dé la razón, ya que "todo apunta, para bien del enfermo,
que su supervivencia lleva camino de superar todos los registros
conocidos". En definitiva, el fiscakl lamenta que Uribeetxebarria no esté muerto.
Durante muchos años, los voceros del PP, incluidos sus ministros del Interior, utilizaron el mantra de que ETA dejase de matar y luego ya veríamos. La organización clandestina lleva tiempo inactiva y todo el mundo entiende que la decisión anunciada en octubre de 2011 es irreversible. Sin embargo, las señales que se envían desde Madrid, e incluso desde el PP del País Vasco, son de cierre de filas. No habrá ningún movimiento hasta que ETA se disuelva.
Las referencias genéricas a la generosidad han quedado orilladas y en cambio se lanzan mensajes de intransigencia, basados en un sentimiento de odio y en el afán de venganza. Todos sabemos que la actividad armada de ETA ha generado mucho sufrimiento a lo largo de los años, como también lo han generado la actividad de los grupos paramilitares o los excesos de las fuerzas de seguridad, por hablar en tono moderado.
Entretanto, uno de los principales actores del conflicto ha dado un paso histórico en el proceso de desactivación de sus consecuencias más dramáticas. En el otro lado, en vez de acompasar ese gesto con pronunciamientos similares, se sigue alimentando la dinámica belicosa.
La naturaleza humana lleva en su línea de sombra un deseo destructivo. Desear el mal del enemigo es una de sus manifestaciones. En el seno de los dos bandos enfrentados se han desarrollado sectores, por minoritarios que hayan podido ser, en los que ha anidado ese deseo del mal. Es necesario que se hagan esfuerzos por parte de todos los actores implicados para que esas manifestaciones sean cada vez más minoritarias y anecdóticas y para que quienes aún se muestran afectados por esas tendencias negativas vayan cambiando de actitud.
Desde el primer minuto, la izquierda abertzale dijo por activa y por pasiva que el camino no iba a ser fácil, que iban a darse dientes de sierra y hasta retrocesos. Estamos en uno de esos puntos, pero no podemos caer en manos del pesimismo y mucho menos de la depresión. Si hay voluntad de superación, yes evidente que la hay, llegarán los avances más temprano que tarde.
Durante muchos años, los voceros del PP, incluidos sus ministros del Interior, utilizaron el mantra de que ETA dejase de matar y luego ya veríamos. La organización clandestina lleva tiempo inactiva y todo el mundo entiende que la decisión anunciada en octubre de 2011 es irreversible. Sin embargo, las señales que se envían desde Madrid, e incluso desde el PP del País Vasco, son de cierre de filas. No habrá ningún movimiento hasta que ETA se disuelva.
Las referencias genéricas a la generosidad han quedado orilladas y en cambio se lanzan mensajes de intransigencia, basados en un sentimiento de odio y en el afán de venganza. Todos sabemos que la actividad armada de ETA ha generado mucho sufrimiento a lo largo de los años, como también lo han generado la actividad de los grupos paramilitares o los excesos de las fuerzas de seguridad, por hablar en tono moderado.
Entretanto, uno de los principales actores del conflicto ha dado un paso histórico en el proceso de desactivación de sus consecuencias más dramáticas. En el otro lado, en vez de acompasar ese gesto con pronunciamientos similares, se sigue alimentando la dinámica belicosa.
La naturaleza humana lleva en su línea de sombra un deseo destructivo. Desear el mal del enemigo es una de sus manifestaciones. En el seno de los dos bandos enfrentados se han desarrollado sectores, por minoritarios que hayan podido ser, en los que ha anidado ese deseo del mal. Es necesario que se hagan esfuerzos por parte de todos los actores implicados para que esas manifestaciones sean cada vez más minoritarias y anecdóticas y para que quienes aún se muestran afectados por esas tendencias negativas vayan cambiando de actitud.
Desde el primer minuto, la izquierda abertzale dijo por activa y por pasiva que el camino no iba a ser fácil, que iban a darse dientes de sierra y hasta retrocesos. Estamos en uno de esos puntos, pero no podemos caer en manos del pesimismo y mucho menos de la depresión. Si hay voluntad de superación, yes evidente que la hay, llegarán los avances más temprano que tarde.
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