El pasado domingo asistimos a un acontecimiento que reúne en sí mismo una profunda significación cultural y política. Las paǵinas del diario "El Correo" de Bilbao, conocido durante muchísimos años por El Correo Español-El Pueblo Vasco, ofrecían a sus lectores una larga entrevista con el escritor euskaldun, exiliado desde 1985, Joseba Sarrionandia.
Se trata de un acontecimiento por múltiples motivos, tal vez el principal sea que rompe con un modo de entender el país que ha supuesto hasta el presente que unos y otros nos demos la espalda y no nos reconozcamos como vascos.
Por un lado, el diario que recoge la entrevista ha tenido una trayectoria ligada al falangismo, que lo fundó como "El Correo Español" tras hacerse con la histórica cabecera de "El Pueblo Vasco" una vez tomada Bilbao por los "nacionales". Una trayectoria estrechamente conectada al franquismo, luego a la monarquía española que le sucedió y en todo momento a la unidad indisoluble del Estado español.
Por el otro lado, aparece la figura de Sarrionandia, escritor relevante dentro del canon de la literatura vasca y a su vez militante clandestino, apresado y encarcelado, fugado de la prisión de Martutene en una huida épica y fuera del país desde hace décadas. A día de hoy, según parece, sin causas pendientes ante la Audiencia española.
En tres hojas de papel se juntan por un día dos mundos que hasta ahora no se habían reconocido. Dos mundos muy diferentes, pero dos mundos realmente existentes en Euskal Herria. El paso dado por los dos símbolos contrapuestos es paradigmático, en cuanto rompe con el estatus quo vigente durante muchos años. Un paso que puede contribuir a allanar el camino del reconocimiento mutuo, un reconocimiento que se va a realizar desde la distancia política y cultural, como es lógico y natural, pero que no por ello deja de ser un reconocimiento del otro.
La entrevista de "El Correo" a Sarrionandia no va a cambiar la historia del periodismo cultural, ni la historia de la literatura euskaldun. Supongo que tampoco lo pretendía. El escritor aborda en ella asuntos literarios y políticos. Mantiene su conocida voz crítica e independiente y no se esconde ante ninguna cuestión, pese a llevar 27 años desterrado de su Durangaldea natal.
Y como pasa siempre que ocurre un acontecimiento de este calibre, habrá quienes levanten su voz desde un lado y otro, considerando los aspectos negativos del hecho. Unos pensarán que un diario institucional ha concedido una entrevista a un escritor proetarra y otros argumentarán que el icono de la resistencia cultural vasca ha cedido posiciones frente al todopoderoso Vocento. Es evidente que para hacer una tortilla, previamente es necesario romper la cáscara del huevo. Eso es lo que han hecho Iñaki Esteban y Joseba Sarrionandia para alegría de muchos y melancolía de unos pocos. Al menos yo me apunto a la mayoría.
No es probable que a partir de esta entrevista todo se convierta de color de rosa. Sería de necios pensar así. La realidad demediada de este país no se cura con la publicación de tres apretadas paǵinas en el diario bilbaino de mayor tirada. Se necesitan muchas más entrevistas, más reportajes, más iniciativas... para que el reconocimiento se vaya convirtiendo en convivencia más o menos razonable. Dice Sarrionandia al final de la entrevista: "Pienso que entre todos podríamos hacer algo para que el país sea más habitable". Un deseo que a medida que se vaya asentando el aún débil proceso de cambio en Euskal Herria, será compartido por más y más ciudadanos.
2013/02/28
2013/02/26
Desapuntes soberanistas
Joxerra Bustillo Kastrexana, periodista
En muchas ocasiones lo que resulta más evidente
logra esconderse como el más preciado de los secretos. En esta sociedad
del conocimiento, dominada por las nuevas tecnologías de la interacción,
tan solo somos capaces de apreciar lo que se nos pone delante en forma
de grandes titulares, fotografías espectaculares o videos simpáticos.
Entre tanto, quienes mueven los hilos detrás del gran tinglado continúan
su labor sin mayores contratiempos. Así, los jóvenes de hoy en día se
creen protagonistas de un mundo nuevo, ajeno a la historia del país, que
en muchos casos ignoran. Desconocen que muchas cuestiones que
protagonizan la actualidad y muchos de los agentes que les dan cuerpo
remontan sus orígenes a varias décadas atrás.
Si contemplamos nuestro mapa político, nos encontramos con actores de
amplia trayectoria. En la CAPV gobierna EAJ-PNV, un partido nacido en
el ya lejano 1895. En la CFN tenemos en el Gobierno a UPN, un partido
relativamente joven, pero heredero directo del tradicionalismo foral, de
sectores del carlismo rancio y de los residuos del franquismo. Otro
partido crucial es el PSOE, fundado en 1879. Si nos fijamos en el mapa
sindical, la UGT se fundó en 1888. El principal sindicato vasco,
ELA-STV, se remonta a 1911. Hace dos años celebró su primer centenario y
hace pocas semanas su congreso número trece. Un congreso desarrollado
en un clima de unanimidad. Sin grandes novedades, salvo la creación de
una secretaría para el desempleo, la central se ha reafirmado en su
estrategia. Ha interpelado a instituciones y agentes políticos y
sociales y se ha vuelto a erigir en agente central del escenario
sociolaboral vasco, subrayando su autonomía frente a instituciones y
partidos.
La reivindicación de autonomía no es un tema baladí
para ELA. La insistencia en ese punto viene dada por el pecado original
de su hecho fundacional ligado al PNV y a sectores de la Iglesia
católica, así como a la larga trayectoria de acompañamiento al partido
fundador. Otros agentes sociales no reniegan de sus orígenes, así la UGT
respecto del PSOE, pero en el caso que nos ocupa resulta determinante
para su actual estrategia dejar clara su no dependencia del árbol
ideológico del que procede.
ELA-STV muestra su intención de colocar una muga entre lo político y
lo sindical, renegando a un tiempo de sus periodos de dependencia hacia
el mundo jeltzale o de sus pinitos como partido-sindicato allá por los
sesenta, cuando se hacía llamar ELA-MSE. Cuando la dictadura concluyó,
la nueva mayoría que reunificó el sindicato optó por la actividad
exclusivamente sindical, pero no rompió del todo sus lazos con el PNV,
cuya dirección bendijo de hecho la nueva ELA surgida de las asambleas de
Euba y Eibar. El papel de apoyo entusiasta al Estatuto de Gernika de
1979 así lo certifica.
El reparto de papeles entre partido y sindicato siguió funcionando de
forma acordada hasta finales de los años ochenta, en los que se produjo
un cambio decisivo al frente del sindicato. La nueva dirección
protagonizó un aggiornamento que desembocó en 1997 en «El Estatuto ha
muerto» solemnizado en Gernika, coincidiendo en el tiempo con el apoyo a
la unidad de acción con LAB y el posterior proceso de Lizarra-Garazi.
El sindicato experimentó un nuevo recorrido en el que se acercó al
soberanismo, teorizando toda una estrategia en la que otorgaba un lugar
central a los agentes sociales. Una estrategia sustentada en el
documento «Apuntes para un proceso soberanista» y posteriores, pero que
no se ha visto trasladada a la acción cotidiana de la central.
Al contrario, en los últimos años, paralelamente al desarrollo del
complejo proceso de ciaboga protagonizado por la izquierda abertzale,
ELA parece tender a un repliegue basado en la vuelta a lo puramente
sindical, dejando el resto en manos de los partidos políticos y
abanderando a la vez una especie de «revolución social» sin anclajes
sólidos en su afiliación. Un repliegue en el que se producen algunas
coincidencias con posturas adoptadas por el PNV. Que sean tan solo eso o
respondan a algo más elaborado es algo que hoy por hoy no podemos
dilucidar.
Lo que sí podemos apuntar son algunas de las posiciones del sindicato
que se asemejan a las del partido. En primer lugar resulta muy
significativo que dentro del espectro abertzale y/o nacionalista las dos
únicas formaciones que no hayan suscrito el llamado Acuerdo de Gernika
sean precisamente PNV y ELA-STV. Puede que las razones para no hacerlo
sean divergentes, pero el hecho es que ninguno de los dos agentes ha
firmado. La causa última puede estribar en que, según ellos, detrás de
dicho acuerdo estaría la izquierda abertzale y firmarlo reforzaría las
posiciones de esta.
Otra coincidencia entre ambos agentes se refiere a
la crítica sostenida a la política llevada a cabo por Bildu allá donde
ostenta responsabilidades institucionales, como en Gipuzkoa. Dejando a
un lado los aspectos criticables de la política institucional de la
coalición, que quien esto suscribe puede compartir desde la autocrítica,
es evidente que la contundencia que ha utilizado ELA en sus
descalificaciones no se corresponde a la empleada en otros territorios
respecto a PNV o PP. Coincide en ello con la postura del PNV de
Gipuzkoa, especialmente ácida. De forma implícita, ELA defiende su
posición argumentando que la entrada de la izquierda abertzale en las
instituciones ha sido negativa para la unidad de acción sindical, dando
por bueno que el periodo de ilegalización era más fructífero para dicha
entente.
Nadie pretende que ELA aplauda todas las medidas adoptadas por Bildu,
ni mucho menos. De lo que se trata es de que el sindicato despeje las
dudas sobre su supuesta estrategia soberanista, ya que si se empeña en
deslegitimar las acciones de Bildu, difícilmente podrá sostenerse el
desarrollo de un bloque político-social soberanista con la izquierda
abertzale en su sentido más amplio. Y si no es así, ¿con qué socios
piensa construirlo?
De hecho, ligado a este punto nos viene el tercero. Todo hace pensar
que la estrategia central de ELA en torno a la soberanía está en estos
momentos en situación de stand-by, es decir, sigue encima de la mesa,
pero en la carpeta de asuntos pendientes. La resoluciones de su último
congreso se limitan a recordar anteriores pronunciamientos, como el de
2007, sin aportar novedades. Ni se dan pasos tangibles hacia una
conjunción de fuerzas, ni, vista su actual imposibilidad, se plantea
tirar del carro soberanista, aunque sea en solitario. Resulta al menos
chocante que en la ponencia de su reciente congreso se afirme que «el
principio de no subordinación del sindicalismo al poder institucional y a
los partidos políticos es un principio absoluto». Un principio que no
ha seguido en buena parte de su larga historia.
En ese sentido, la reiterada exigencia a LAB para que no subordine su
política a la formación política con la que comparte objetivos
estratégicos no deja de ser una condición, hoy por hoy, imposible de
cumplir, y el sindicato mayoritario lo sabe de sobra. Por lo tanto,
condicionar de esa forma a su único socio posible significa apostar a
futuro por la no conjunción de fuerzas.
La dirección de ELA reniega de sus orígenes y de
buena parte de su dilatada trayectoria al alimón con una organización
política conservadora, al afirmar en su ponencia que lleva «décadas
negándose a participar en ninguna iniciativa que tenga el menor tinte
electoral partidario, renunciando a ser masa de maniobra de ninguna
opción política». Se trata, a fin de cuentas, de un enroque en toda
regla y de una posición de principio y, por ende, inmovilista.
Además, la actual teorización de ELA ha sustituido el fetiche de la
lucha armada de ETA, que ya no les funciona a modo de disculpa, por la
interesada teoría del hegemonismo político que se disputarían entre el
PNV y la izquierda abertzale. Ante esa disputa, el sindicato aboga por
una tercera vía, que le permite no posicionarse, pero sí mantener su
influencia política.
El sindicato mayoritario, que ha mantenido una trayectoria teñida de
política a lo largo de su historia, se atrinchera ahora en una postura
de apoliticismo extremo, achicando aguas a la corriente soberanista que
tanto proclamaba mientras la lucha armada era una realidad en nuestro
país. Parece renunciar así, de hecho, a tomar parte en un proceso y un
proyecto soberanista encaminado a la construcción de la nación vasca.
[Artículo publicado en Gara, 2013-2-25]
2013/02/20
El príncipe en Ibaeta
Foto: www.elpais.com |
Los procesos políticos crean distorsiones en la mente humana, una especie de desconexión entre la realidad y la ficción, entre la teoría y la práctica de un calendario imaginario. Hace ya unos cuantos años que la sede que "El Diario Vasco" tiene en Donostia fue protegida de la eventualidad de un posible coche-bomba mediante la instalación de pivotes que impedían aparcar vehículos en todo el frente de la calle Portuetxe. Desgraciadamente, el atentado mortal contra el director financiero del periódico, Santiago Oleaga, en el año 2001, aconsejaba reforzar las medidas de seguridad.
Casi año y medio después del abandono de la actividad armada por parte de ETA, los pivotes siguen ahí. Ahora bien, al parecer ya no siguen para impedir que los coches aparquen, sino para permitir que por ese pasillo discurran las bicicletas. De aparcamiento ha pasado a bidegorri, lo que resulta una solución muy imaginativa.
Muy cerca de ese lugar, en el aparcamiento disuasorio que bordea el Nanogune no se podía aparcar en el día de ayer. Todo el recinto estaba reservado para que hoy sirviera de pista de aterrizaje a la comitiva del Príncipe de Asturias y el lehendakari Iñigo Urkullu. Hasta ahí todo normal. Lo que no es tan habitual es el despliegue de fuerzas de seguridad efectuado en la zona. Una presencia policial que incluia a agentes apostados en los tejados de los edificios anejos a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Navarra-Tecnun en Ibaeta.
¿Se trata de una demostración de fuerza o es simplemente falta de información? ¿A que obedece semejante despliegue, digno de tiempos pretéritos? ¿Quién decide esta desmesura, la Casa Real de los Borbones o el departamente de Seguridad de Lakua?
No es por fastidiar, pero si la nuevas maneras de la Ertzaintza que nos prometen el señor Urkullu y la consejera Beltrán de Heredia consiste en protagonizar espectáculos como el de esta mañana en Ibaeta, vamos apañados.
2013/02/17
Desestimiento de la política
Los continuados casos de grave corrupción política que se vienen dando en el Estado español, incluidos algunos en Euskal Herria, están afectando de forma directa a la valoración que de la política tiene la ciudadanía. El mantra de que todos los politicos son iguales, es decir, unos ladrones, se extiende por tabernas, mercados y centros de trabajo.
Y a la vez que se extiende ese parecer colectivo, se extiende también la injusticia. Porque no todos los políticos son iguales. Todavía quedan politicos honrados. Y no conviene olvidarlo.
No se trata de hacer aquí una apología de los políticos, tan denostados en estos tiempos de turbación. Que se defiendan ellos. Lo que trato de abordar en este comentario es la necesidad de no darle la espalda a la política. En no caer en el desestimiento, como parece que está ocurriendo.
La profundidad de la crisis económica que atravesamos ha disparado el rechazo a la llamada clase política, conformada por aquellas personas que se dedican de forma profesional a esa actividad. Un rechazo que tiene bases sólidas, ya que el común entiende que la dedicación política tan solo debe estar sustentada en el propósito de servir al interés general, a la mejora de la administración pública y, por ende, a la calidad de vida de los ciudadanos, cosa que no está sucediendo.
Sin embargo, cuando se dan a conocer los emolumentos de la elite política, la gente entiende que mediante un corto periodo de dedicación se puede conseguir un bienestar económico muy superior al de la media de la población. Y no estamos hablando de corrupción, ni de latrocinio, sino de las cantidades desorbitadas, pero totalmente legales, que perciben por su trabajo político ministros, consejeros autonómicos, alcaldes, concejales o asesores nombrados a dedo.
El caso del llamado Ararteko de la CAPV es un buen ejemplo. Ingresos salariales de 86.300 euros al año para su titular y de 78.000 para su adjunta, 19 funcionarios a su cargo y otros 32 asesores designados a dedo, la mitad de los cuales perciben sueldos superiores a 65.000 euros al año. Sin entrar en el grado de eficiencia de la institución, que esa es otra, se antoja que los números aparecidos en prensa no casan con un periodo de austeridad como el que vivimos.
En todo caso, vuelvo a insistir en que he conocido concejales que han puesto dinero de sus bolsillos por ejercer su función. Que han servido a su municipio con honradez. Que no se han llevado ni un bolígrafo del ayuntamiento. No está de moda afirmarlo, pero es necesario hacerlo. Porque corremos el peligro de que en las próximas elecciones locales haya verdaderos problemas para confeccionar las listas en muchos partidos y coaliciones.
Es cierto que ante la oleada de imprecaciones populares, muchos no quieran arriesgarse a tomar la iniciativa de dedicarse a la política, aunque sea en el estrado más humilde de su propio municipio, para evitar futuros insultos. Es un riesgo que aumenta cada día. Y hay que decir que, de confirmarse con los hechos, supondría un grave perjuicio para todos.
En otro nivel, asistimos a un alejamiento paulatino de las preocupaciones políticas por parte de la ciudadanía. Se acrecienta el sentimiento de que bastante tenemos con los problemas económicos, el desempleo y todo lo que les rodea, como para implicarnos en cuestiones políticas. La extensión de ese sentimiento puede hacer que las posibilidades de transformación social se vean mermadas, ya que se puede dar la paradoja de dejar en manos exclusivas de los políticos profesionales importantes asuntos que conciernen a toda la ciudadanía.
El desestimiento de la política tiene abundantes razones para manifestarse, para seguir creciendo. Subirse a ese carro puede ser un ejercicio relativamente cómodo, ya que se va a favor de corriente. Pero a medio plazo puede incrementar la frustración general y estrechar aún más las vías de participación en la política, indispensables si queremos cambiar el actual estatus quo.
2013/02/01
Kontuz!
Enrique Goñi. Foto: www.noticiasdenavarra.com |
El Poder, así con mayúsculas, tiene una ilimitada capacidad de corromper a quienes transitan por sus recovecos, sean monarcas, presidentes de gobierno, ministros, consejeros, subsecretarios, asesores, jueces, fiscales, policías, funcionarios y un largo etcétera. Ha habido corrupción en los régimenes totalitarios, en los autoritarios, en los democráticos de uno u otro signo, en los de derecha y en los de izquierda. Es una enfermedad de tan amplio espectro vírico que resulta dificil escabullirse a sus efectos.
Es cierto, por otra parte, que la cultura política, las tradiciones populares o la religión inciden en la mayor o menor propagación de la plaga. Sabemos que en los países del norte europeo la corrupción es menor que en los que bordean el Mediterráneo. Ello no quiere decir, como bien ha dejado escrito el sueco Henning Mankell, que allí no exista. Claro que existe, pero es sensiblemente inferior a la que pueda darse en Italia o el Estado español. Podría decirse que los países de confesión protestante presentan, en general, una menor infección que los de confesión católica romana.
Las últimas andanadas en torno a casos como el del vasco Iñaki Urdangarin, miembro consorte de la familia real española, o el de Luis Bárcenas, ex tesorero del PP, copan las portadas de los medios informativos, incluidos los vascos. No es de extrañar que así ocurra, pero también en Euskal Herria se dan asuntos de interés relacionados con la corrupción, como viene a ser todo lo relacionado con la autoinmolada Caja Navarra.
Se trata de una entidad de larga trayectoria, socia fundadora de la Federación de Cajas de Ahorros Vasco-Navarras (FCAVN), y principal referente financiero en Nafarroa Garaia durante décadas. Sus dirigentes, encabezados por quien era a la sazón presidente del Gobierno foral, Miguel Sanz, eludieron desde el primer momento la posibilidad de afrontar el futuro apostando por un trabajo de auzolan con las restantes cajas provinciales del sur de Euskal Herria. Para adoptar semejante decisión primaron las razones de índole política sobre las estrictamente financieras.
Era evidente para cualquier observador objetivo que de la unión entre iguales entre BBK, Kutxa de Gipuzkoa, Vital y CAN hubiera surgido una entidad financiera muy potente y saneada. Sin embargo, los responsables de Caja Navarra, dirigidos por Enrique Goñi, emprendieron la aventura de Banca Cívica, tras abrir previamente multitud de oficinas en Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, con muy dudosa rentabilidad. De hecho, muchas de ellas ya han sido clausuradas.
Banca Cívica se compuso con cuatro cajas de distinta procedencia. CajaCanarias y Caja de Burgos se unieron con la CAN en un primer momento, y Cajasol de Sevilla en segunda instancia. La entidad resultante optó por la salida a Bolsa y la aventura de Goñi y compañía concluyó con la humillante absorción por parte de Caixabank. El tinglado se encontraba técnicamente en quiebra. Para gozo de Sanz y Barcina, las oficinas de la antigua CAN son ahora de una entidad catalana. Una consecuencia no deseada del antivasquismo visceral de la cúpula gobernante en Iruñea.
Tan solo la trayectoria errática de CajaNavarra merecería de por sí una investigación a fondo, pero situaciones conocidas posteriormente, como el trato de favor a Yolanda Barcina en determinadas operaciones inmobiliarias, cuando la actual presidente era máxima responsable de la Comisión de Control de la entidad, el esperpéntico caso Cervera o los viajes a París de clientes VIP desvelados hace escasos días, hacen imprescindible esa investigación. El PSOE, que tantos pecados acumula en su mochila, haría bien en dejar de bloquear los intentos de aclarar lo sucedido, en vez de intentar evitar que las aguas podridas se desborden, poniendo en riesgo el régimen uniprovincial navarro sostenido por UPN-PP, PSOE y CEN, con la connivencia de UGT y CCOO.
Buena parte de las informaciones y datos que han salido a la luz en referencia a CajaNavarra han sido reunidos y publicados por una pequeña asociación de consumidores y usuarios, Kontuz! Un trabajo ejemplar, digno de elogio, que debería ser ampliado a todo el territorio de Euskal Herria por asociaciones semejantes o grupos afines. Sacar a la luz asuntos de corrupción y plantear denuncias en los juzgados, en el caso de que haya elementos para ello, es una tarea que puede realizar la sociedad civil sin necesidad de mayores tutelajes.
Los ciudadanos no podemos permanecer impasibles ante el latrocinio organizado que se sigue dando en determinadas esferas de la administración o las entidades públicas. Por supuesto que hay políticos honrados y funcionarios intachables, faltaría más, pero cuando se detecta un movimiento sospechoso hay que poner la lupa sobre el mismo, examinarlo y, si procede, ponerlo en conocimiento de la opinión pública. Que quienes tengan la tentación de meter la mano en la caja de caudales públicos tengan presente que hay un Kontuz! que permanece vigilante. Tal vez así disminuya en algún grado la insoportable práctica corrupta.
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