2008/09/12

La inaplazable fusión de las cajas


Andan alterados estos días los medios de comunicación con las cuestiones relacionadas con la fusión de algunas cajas de ahorro vascas, operación que parece haber pasado del cuatro al dos sin solución de continuidad. Hace ya 18 años desde que se llevaron a cabo las fusiones entre cajas municipales y provinciales en los cuatro territorios del sur, lo que simplificó en buen grado el mapa de entidades financieras del país. Desde aquellos tiempos, la inoperancia de los dirigentes políticos, la disgregación administrativa que padecemos y las reservas provincialistas que anidan en tantas mentes de este país han conseguido dejar en el cajón hasta ahora el nuevo e inaplazable paso: la fusión interprovincial entre las cuatro entidades que integran la Federación de Cajas de Ahorros Vasco-Navarras (FCAVN).

En grandes líneas, y a día de hoy, el mapa financiero cuenta con las cuatro cajas provinciales (BBK, CajaNavarra, Gipuzkoa Kutxa y Caja Vital), las dos cajas rurales (Caja Rural de Navarra e Ipar Kutxa) y la Caja Laboral del grupo Mondragon. En cuanto a bancos, podemos señalar al BBVA, tan solo porque mantiene su domicilio social en Bilbao, al Banco Guipuzcoano (cuyos mayores accionistas son BBK y Kutxa), a la pequeña Banca Inchauspe y muy poco más. Desaparecido el Banco de Vitoria en el seno de Banesto y orillados como enseña regional el Banco de Vasconia (Popular) y Bankoa (Crédit Agricole), el panorama es más romo que nunca.

Los tiempos en que las entidades financieras vascas eran legión han pasado a la historia, debido a un proceso de concentración constante que ha acabado con buena parte de ellas. El histórico Banco del Comercio, el Banco de San Sebastián o el de Tolosa han ido siendo fagocitados por grandes grupos bancarios, lo que ha redundado en el aumento del grado de concentración hasta límites asfixiantes.

Pero este fenómeno de concentración no es algo privativo de Euskal Herria. En el Estado español tan solo hay cuatro entidades de gran tamaño (Santander, BBVA, La Caixa y Caja Madrid), y en el francés pasa tres cuartos de lo mismo, con BNP-Paribas, Crédit Agricole y Société Générale. Por lo tanto, la operación de fusión de las cajas de Euskal Herria tiene tal lógica empresarial y económica, que no hay nadie que se niege a ella adiciendo ese tipo de razones. Es evidente que de lo que se habla respecto de la fusión es de política, mejor dicho, de alta política, porque el asunto afecta a la estructuración territorial del país y a sus equilibrios internos.

Se haga o no la fusión, a dos, a tres o a cuatro, lo cierto es que vendrá ya muy tarde. Es curioso comprobar como los partidos que más se han opuesto a la misma aquí, PP y PSOE, han impulsado la concentración de cajas en las comunidades del Estado en las que dominan, léase Andalucía, Castilla, Aragón o Galicia. Una receta que ha fortalecido a algunas entidades medianas, que ya no lo son tanto si las comparamos con las cajas provinciales que operan en Euskal Herria.

Además, esas cajas, producto de las sucesivas fusiones y concentraciones, llevan años operando en nuestro país, y en el caso de algunas, como La Caixa, con notable éxito. Como consecuencia de ello, han restado cuota de mercado a las cajas uniprovinciales en sus propios territorios, y éstas, se han visto obligadas a realizar procesos de expansión en zonas como Madrid, Catalunya o la costa mediterránea, porque en sus propios territorios han alcanzado sus topes de crecimiento.

Hay que volver a recordar que ha existido durante años un pacto no escrito entre las cuatro entidades que conforman la federación vasco-navarra, por el cual no se abrían oficinas en los territorios vecinos, acuerdo que guardaba una lógica, pero que iba en contra de la competencia, lo que ha significado altas sanciones económicas por parte de las autoridades bancarias españolas. Ahora bien, precisamente el final de la implementación de esa lógica de no agresión conduce a un panorama de todos contra todos que puede llegar a ser inasumible, lo que fuerza directamente la fusión intercajas.

Fusión o fusión

Estamos pues en el punto de arranque de una serie de movimientos que trastocarán definitivamente el mapa financiero vasco. Todo el mundo se está moviendo y no se descarta que en los próximos tiempos se produzcan fusiones de cajas pertenecientes a distintas comunidades autónomas, es decir, que, por poner un ejemplo, Caixa Galicia y Cajastur podrían protagonizar un proceso de concentración. Teniendo en cuenta ese panorama, es más urgente que nunca que las cajas vascas se agrupen para engrosar una única entidad. Es la mejor manera de adquirir el suficiente músculo financiero para abordar los retos de los próximos años. Cuestión diferente es analizar la gestión de la caja resultante, si incrementará o no su obra social, si impulsará las políticas sociales de vivienda, educación y sanidad que este país requiere o si se conformará, como me temo, con poner su bonito logotipo en las camisetas de algún equipo de fútbol en declive.

De lo que se trata en este momento es de dilucidar el tamaño de la operación. Es más, de ver las posibilidades de supervivencia en solitario de una caja como la Vital, abocada a unirse a otras, sean la BBK, Caja Rioja o Caja Navarra. Es evidente que una fusión a tres sería más efectiva y contundente a corto plazo, pero no podemos olvidar que si BBK y Kutxa se unen y la Vital no se suma a la unión, corre el grave riesgo de que la caja unificada comience a abrir sucursales en Araba y le acabe minando su propia clientela. Y a Caja Navarra le puede suceder algo parecido. Sin pacto, ya nadie tiene derechos exclusivos sobre un determinado territorio. Si La Caixa o CajaMadrid pueden operar tranquilamente en Iruñea o Amurrio, ¿porqué no lo va a poder hacer la nueva Kutxa Batua?

Quedan pues muchas incógnitas por resolver, pero si algo está meridianamente claro es que los procesos de concentración son imparables y que dependerán fundamentalmente de las voluntades políticas de cada momento. Los tiempos en que las cajas de ahorro funcionaban como una delegación de la Diputación de turno, como sigue ocurriendo en Nafarroa, con Miguel Sanz como presidente de la entidad de ahorro, van a pasar muy pronto a ser historia. Quienes den el primer paso hacia adelante tendrán muchas ventajas en el próximo futuro y quienes se enquisten en sus delirios provincialistas estarán haciendo una apuesta inequívoca por la decadencia de los territorios que dicen defender y proteger de supuestas agresiones externas.

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