
Hace tantísimos años que no comprendo la política del PSOE en relación a Euskal Herria, que añadir algo más sobre el tema es casi una futilidad. Pero no me resisto a decir alguna cosa.
Sabido es que el PSOE renunció en su día a su configuración federal con un
Partido Socialista de Euskadi que integraba a los cuatro territorios del sur. Esa lamentable decisión de la etapa constitucional llevó aparejado su olvido de la reclamación de una autonomía a cuatro, rompiendo la Asamblea de Parlamentarios Vascos. De no haber cedido a las presiones de los militares y otros poderes fácticos, el PSOE, como PSE, hubiera gobernado la autonomía de las cuatro provincias todo este tiempo, a no ser que se hubiera producido un entente, creo que imposible, entre el nacionalismo tibio y el independentismo.
Esa doble renuncia en su estructura organizativa y en su apuesta autonómica nunca ha sido suficientemente valorada por la derecha, que siempre le ha exigido más, como en este último episodio. Pero se ve que el PSOE no quiere aprender. Explicar su posición en base a presiones de carácter meramente electoralista es un error de calado, del que ha bebido el señor
Zabaleta y sus compañeros de fatigas en Nafarroa Bai. No se trata de un mero miedo a que
Rajoy agite el espantajo separatista con Navarra, sino que el veto responde a una ideología españolista profundamente enraizada en las bases del partido, como se ha demostrado en cuestiones como el Estatut catalán. Y Rodríguez Zapatero es partícipe de esa cultura castellana, centralista, muy poco dada a aventuras con la periferia.
Navarra, por otra parte, y bien lo saben los españoles, es clave para el futuro de las relaciones España-Euskal Herria. Si la población navarra se decantase en una consulta por compartir viaje con Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, el terremoto político iba a ser histórico. Evitarlo figura entre las prioridades de PP y PSOE, cada uno a su modo y manera.
Quienes en el PNV confían en el PSOE, aciertan. Porque les va a dar la estabilidad que se requiere para seguir haciendo negocios, que es de lo que se trata. Quienes en el independentismo confían en el PSOE, yerran. Ese partido no va a ceder/conceder nada de nada en el terreno principal, que es el territorial, claro está. A estas alturas todo el mundo debería saber que el quid de la cuestión no es tanto el grado de autonomía/soberanía, sino quién es el sujeto de la misma. Si vamos todos a una (
Laurok bat, por el momento), no hay trato.
Dos derivadas del culebrón navarro:
A) Puede que la crisis que se está desatando en el seno del PSN consiga dar un vuelco en su dirección, favoreciendo posturas más vasquistas y euskaltzales. Soñar es gratis. Y siempre nos queda la rémora de UGT, verdadero poder fáctico en ese mundo y aliado incombustible de la derecha más ultramontana (junto a CCOO por cierto).
B) La política burbujeante de
Nafarroa Bai deberá asentarse en parámetros menos posibilistas. Vender cambio está muy bien, si viene luego ese cambio, aunque sea mero maquillaje. Cuando no hay cambio, sino perpetuación de Sanz en la Diputación, deberán afilar un poco las uñas, si es que les queda alguna. Tanto enmascaramiento de su personalidad vascona, tanto evitar símbolos propios y honrosos, no lleva a ninguna (buena) parte.