Las elecciones celebradas el día 1 de noviembre en Catalunya ofrecen innumerables lecturas, tanto sobre la propia realidad catalana, como en lo que pueden tener de repercusión en Navarra (Euskal Herria), como en su trascendencia a la hora de la gobernabilidad del Estado español. Pero antes de entrar en alguna de ellas, conviene señalar la enorme abstención que han ejercido los ciudadanos y ciudadanas catalanes. Casi la mitad de las personas con derecho a sufragio (un 43% pasado) ha desistido de depositar su voto en la urna. Si a ello añadimos los menores de edad y los inmigrantes sin derecho a voto, nos encontramos ante una panorama complicado, en el que el índice de representatividad del Parlament es, cuando menos, discutible. En esta semana se hablará de ello con mayor o menor fortuna. La semana siguiente todos los análisis girarán en torno a las alianzas para conformar el Govern y este problema sustancial se habrá olvidado.
A esa altísima abstención se une otro dato revelador. El partido que lideró el anterior Govern de la Generalitat (PSC) es el que sale peor parado del lance electoral tras ceder 5 escaños, seguido por otra formación que también formó parte del Tripartit, como es ERC (-2). El tercer perdedor es el PP (-1). El resto de candidaturas gana. La izquierda de ICV-EUiA gana tres asientos en la cámara, los mismos que el anticatalanista Ciutadans (+3), mientras que CiU recupera dos escaños. Está claro que el Tripartit de Maragall cede en total cuatro escaños de apoyo, mientras que su gran rival nacionalista sale fortalecido, al aumentar además su ventaja en votos y asientos con el PSC, el segundo partido del Principat. Por lo tanto, la solución más lógica pasa por un Govern de CiU, apoyado en la cámara por el PSC (con contrapartidas en Madrid), modelo similar al que mantuvo Convergencia i Unió con el PP de la época de Aznar, o en su defecto con el apoyo de Esquerra Republicana, que tendría contrapartidas institucionales (presidencia del Parlament, etc) pero no entraría en el gabinete. La reedición del Tripartit se antoja harto complicada, al menos con los datos del día después.
Un tercera cuestión de alcance es el sorprendente resultado del partido de la inteligentsia antinacionalista Ciutadans. Con un líder desconocido y una campaña marginal y antisistema han logrado 90.000 votos y tres escaños. Es cierto que se trata de un fenómeno estrictamente barcelonés, pero no por ello debe dejar de preocupar a los responsables políticos y culturales de Catalunya. La demagogia y chabacanería de este ¿partido? ha sido seguida por muchos miles de catalanes, lo que demuestra la existencia de un malestar latente en esa sociedad, malestar que habrá que corregir con medidas adecuadas. El éxito alcanzado, tan celebrado por la extrema derecha mediática (Cope y El Mundo), hace temer que el modelo pueda exportarse a otros territorios como el vasco. En nuestro país tenemos personajes, mucho más conocidos que Rivera, que estarían posiblemente dispuestos a subirse a ese carro. Pongamos a Rosa Díez, Gotzone Mora o Carlos Martínez Gorriarán. Arcadi Espada ya ha mostrado públicamente la posibilidad de organizar el tinglado en el "País Vasco". Puede ser una competencia para el PP y el PSOE, pero a su vez es un verdadero ariete antinacionalista que debiera preocupar a las fuerzas autodeterministas vascas. En Andalucía y en Madrid, entre otros lugares, ya poseen una mínima organización y el hecho relevante es que la suma de PP y Ciutadans en el Parlament es de 17 escaños, cuando el PP tenía hasta ahora 15, por lo que el saldo es positivo. Habrá que seguirles la pista con atención, sobre todo después de conocer las felicitaciones de Díez y Gorriarán al partido de Boadella y Espada. Y ojo con la FAES, en cuya revista escriben algunos de los cerebros de Ciutadans, por ahora de Catalunya, próximamente de las Españas.
Dejo para el final la lectura "vasca" de los resultados. Quienes hablaban de entente PSE-Batasuna para reeditar la alianza catalana aquí, quedan en mal lugar. No parece que esa opción esté madura tras el fracaso del nuevo Estatut y el bajón de PSC y Esquerra en las elecciones. Además, Josu Jon Imaz, que apoyó a Mas en la campaña, sale reforzado frente a Egibar, más cercano a Esquerra, como su padrino Arzalluz. Y recordar que en Galicia el acuerdo PSG-BNG es más parecido a los gobiernos de coalición PNV-PSE presididos por Ardanza que a otra cosa. El líder del BNG estuvo con Imaz junto a Artur Mas, no nos equivoquemos. El partido gallego está alineado con el PNV y CiU, y se aleja cada vez más de sus orígenes de izquierda nacionalista. En resumen, que los resultados catalanes habrá que digerirlos con paciencia y un buen txakoli de Enkarterri.
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