La lista sería larguísima y por ello no es cuestión de ponerse a elaborarla ahora mismo. No obstante, se pueden desgranar algunos nombres, o mejor apellidos, que ilustran esta realidad incontestable a lo largo de los últimos siglos. Dejando a un lado a todos aquellos que ascendieron y guerrearon en los ejércitos españoles, especialmente en su armada naval, y de quienes combatieron contra la independencia de Navarra, como el ilustre Ignacio de Loiola, nos encontramos con elementos tan ominosos como el ministro franquista y fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne; el dictador chileno Augusto Pinochet Ugarte; Alvaro Uribe Vélez, actual presidente de Colombia; los ex presidentes mejicanos Carlos Salinas de Gortari y Luis Echeverria Alvarez; los militares, golpistas y presidentes argentinos José Félix Uriburu y Pedro Eugenio Aramburu o el político boliviano Mamerto Urriolagoitia Harriague, cuya ascendencia vasca es imposible eludir. Y no me gustaría terminar el párrafo sin citar a otro grupo, el de los vascos como Alejandro Goicoechea Omar, traidor emblemático, el de José María de Areilza, conde de Mutriku y primer alcalde de Bilbo tras la entrada de los fascistas en 1937 o el de Manuel Aznar Zubigaray, abuelo de José María Aznar, que transitó del nacionalismo vasco al republicanismo y al franquismo, en una biografía digna de estudio sicológico.
Desde hace bastantes siglos ha existido una tendencia innegable de muchos personajes vascos a ponerse al servicio del señor ajeno por interés propio. Los ejemplos respecto de las monarquías española y francesa son numerosos y en el día de de hoy sufrimos este fenómeno de asimilación que tanto daño ha hecho y está haciendo a a nuestro país en su camino por recobrar la libertad perdida. Casos recientes como los de Víctor Manuel Arbeloa o Gabriel Urralburu son paradigmáticos en cuanto a la negación de Euskal Herria como comunidad cultural y nacional que es, como manifestaba en el ya lejano 1977 el presidente foral navarro nacido en Ezkaroz. Y es que renunciar a lo que uno es, en este caso vascón, navarro o vasco, como se prefiera, es un ejercicio de sumisión y de engaño a si mismo que a lo largo de la historia sólo ha traido desgracias, dolor y sufrimiento.
Pensarán algunos que ya tenemos para contrarrestar tanto apellido ominoso al libertador Simón Bolibar, al hombre libre Ernesto Gebara o al teórico y activista comunista peruano José Carlos Mariategui La Chira. De acuerdo, así es pero no podemos conformarnos. La aceptación de la realidad histórica y la comprensión de los fenómenos que a lo largo de la historia han afectado a Euskal Herria deben ser pilares fundamentales para poder superar las dificultades que se presentan a lo largo del camino. Reconocer que Juan María Bordaberry pertenece a lo que se ha dado en llamar "diáspora vasca" no es un disparate, sino una constatación. No debemos avergonzarnos por ello, sino entender que el hecho de ser vasco o de portar ilustres apellidos euskaldunes no es eximente alguno para que quien los luzca sea un indeseable.
(Foto: www.elheraldo.hn)
Uste dudan lez Loiola edo Lohiola bezain euskarazko deiturak dira Pinochet -nik inoiz entzun dut dela Zuberoako deiturea-, Vélez edo euskal graphian Belez lotua dagoena kin Bela izen historikoa izanik Belez soil patronimikoa Bela-rena, Aznar-etik Aznarez' zein Belez normala da Araba aldean, edo Omar azken hau guztiz normala Gernika inguruan.
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